Una delicosa novela epistolar en la que Manuel, otro alter ego de Bayly, escribe a amigos que solo recupera en su fantasía.
Manuel es un hombre solo. Vive en una casa confortable y espaciosa en una isla vecina a Miami. Está de pie, ensimismado, mirando una piscina a la que caen lagartijas que él rescata. Espera a que suene el teléfono. Pero el teléfono no suena y no sonará. Porque Manuel ha perdido a esos amigos que quisiera que le llamen. Los ha perdido porque fue torpe y egoísta con ellos, porque se inspiró en ellos para escribir unas novelas que le hicieron famoso pero lo condenaron a la soledad, al silencio y a la indiferencia de esos amigos que ahora echa de menos.
Para no enloquecer, Manuel les escribe a esos amigos a los que ha perdido pero que todavía viven en su memoria, en su corazón, en su imaginación. Les escribe unas cartas cargadas de nostalgias y ternura, no exentas de matices de humor, en las que intentará recordar los altibajos de esas amistades que dejaron sello imborrable en sus afectos.
Fragmento de la novela:
Poco importan ya mis explicaciones. Nada de lo que diga te convencerá de que no quise dañarte, de que nunca quise burlarme de ti o someterte al escarnio de los chismosos. Eso sentí mirándote en el bar. Permaneciste en silencio y, cuando terminé de hablar, me dijiste, con deliberada indiferencia, que no habías leído mis libros ni los pensabas leer. Me quedé helado. No me esperaba esa respuesta. Me dolió.