De la mano de Juana La Loca desembarcó en España una dinastía extranjera que había hecho de los matrimonios entre parientes su seña de identidad en el resto de Europa. Los Habsburgo («los Halcones») aterrizaron en la península y pusieron la hacienda y la infantería castellana a disposición de sus disparatadas empresas. Cada generación más endogámica; cada vez más chiflados. Carlos I, el depresivo; Felipe II, el imprudente; Felipe III, el ludópata; Felipe IV, el vicioso; Carlos II, el endemoniado.
La confusa y peculiar España alimentó sus contradicciones, las del Emperador de la Cristiandad que arrasó Roma; las del rey puritano que vivía obsesionado con el sexo; las del pacificador que disparó los gastos militares. Pero en ningún caso este libro trata de regresar a los términos de la «leyenda negra», ni de recrearse en anécdotas poco creíbles, sino de contar cómo el Imperio español sobrevivió de pie varios siglos, a pesar de los problemas mentales y familiares de sus soberanos. En el imperio de los chiflados, la locura y la genialidad convivían sin problema.