El lector tiene en sus manos la primera traducción completa de Los Caracteres de La Bruyère en castellano.
La Bruyère, el único del que diez líneas leídas al azar nunca decepcionan, Jules Renard.
Ayer noche estuve leyendo a La Bruyère al acostarme. Es bueno bañarse de cuando en cuando en esos grandes estilos. ¡Como está escrito! ¡Qué frases! ¡Qué relieve y qué nervio! Nosotros no tenemos ya ni idea de todo eso. Incluso leemos esos libros una vez y ya está. Deberíamos saberlos de memoria, Carta de Flaubert a Louise Colet.
Ha pintado a los hombres de nuestro tiempo de manera inimitable, Saint-Simon.
Un estilo rápido, expresiones pintorescas, un empleo enteramente nuevo de la lengua, acabaron de contribuir al éxito, Voltaire.
Cuando Los caracteres de La Bruyère vieron la luz en 1688, en Francia comenzó a rumorearse que había nacido un filósofo de Lesbos, discípulo de Platón. La obra es un mosaico de retratos psicológicos inspirados en personajes conocidos que analiza desde una perspectiva moral, lo que causó un gran revuelo. En cuanto a la forma expresiva, se decantó principalmente por el cuento breve. Los caracteres llegó a convertirse en una obra de culto, cuyos lectores reclamaban impacientes nuevas ediciones aumentadas con más capítulos y más retratos.
Con su estilo ágil, conciso e incisivo, la obra de La Bruyère contribuyó a la consolidación de una prosa clasicista cuya influencia literaria se dejó notar en Flaubert, Balzac, Proust o Guide, pues de él heredan la riqueza expresiva de una descripción concentrada, minuciosa y precisa, la interrupción brusca de la narración y el gusto literario por el retrato psicológico.
El lector tiene en sus manos una asombrosa pintura de retratos y caricaturas de burgueses, cortesanos, príncipes, reyes, consejeros, hombres vulgares, y un sinfín de personajes que, bajo el nombre de “caracteres”, constituyen una crítica a la frivolidad y a los vicios de la sociedad de la época, presentándonos los entresijos de la doble moral de la vida pública de Versalles y de París.
La Bruyère, el único del que diez líneas leídas al azar nunca decepcionan, Jules Renard.
Ayer noche estuve leyendo a La Bruyère al acostarme. Es bueno bañarse de cuando en cuando en esos grandes estilos. ¡Como está escrito! ¡Qué frases! ¡Qué relieve y qué nervio! Nosotros no tenemos ya ni idea de todo eso. Incluso leemos esos libros una vez y ya está. Deberíamos saberlos de memoria, Carta de Flaubert a Louise Colet.
Ha pintado a los hombres de nuestro tiempo de manera inimitable, Saint-Simon.
Un estilo rápido, expresiones pintorescas, un empleo enteramente nuevo de la lengua, acabaron de contribuir al éxito, Voltaire.
Cuando Los caracteres de La Bruyère vieron la luz en 1688, en Francia comenzó a rumorearse que había nacido un filósofo de Lesbos, discípulo de Platón. La obra es un mosaico de retratos psicológicos inspirados en personajes conocidos que analiza desde una perspectiva moral, lo que causó un gran revuelo. En cuanto a la forma expresiva, se decantó principalmente por el cuento breve. Los caracteres llegó a convertirse en una obra de culto, cuyos lectores reclamaban impacientes nuevas ediciones aumentadas con más capítulos y más retratos.
Con su estilo ágil, conciso e incisivo, la obra de La Bruyère contribuyó a la consolidación de una prosa clasicista cuya influencia literaria se dejó notar en Flaubert, Balzac, Proust o Guide, pues de él heredan la riqueza expresiva de una descripción concentrada, minuciosa y precisa, la interrupción brusca de la narración y el gusto literario por el retrato psicológico.
El lector tiene en sus manos una asombrosa pintura de retratos y caricaturas de burgueses, cortesanos, príncipes, reyes, consejeros, hombres vulgares, y un sinfín de personajes que, bajo el nombre de “caracteres”, constituyen una crítica a la frivolidad y a los vicios de la sociedad de la época, presentándonos los entresijos de la doble moral de la vida pública de Versalles y de París.