Nos referimos a ellos como aquellos centros de energía situados en el cuerpo humano y posiblemente en otros animales, de los cuales fluye la actividad de la conciencia. Provenientes de la palabra sánscrita que significa rueda o vórtice, hacen referencia a diversos lugares de energía que componen nuestra conciencia y nuestro sistema nervioso. Los podemos encontrar situados entre las cejas, garganta, el corazón, el pecho, los genitales, el ombligo y en la base de la columna vertebral, entre otros.
Funcionando como verdaderos centros de distribución energética, al igual que una bomba o válvula, regulan el flujo de la energía a través de nuestro sistema orgánico, condicionando las decisiones que tomamos para reaccionar ante las circunstancias de nuestra vida. De una manera intuitiva y frecuentemente voluntaria, abrimos y cerramos estas válvulas para decidir cómo debemos sentir, asimilar y pensar, algo que logramos escogiendo el adecuado filtro perceptivo a través del cual queremos experimentar el mundo que nos rodea.
Para los budistas solamente hay cuatro chakras, pero otras tendencias, como la tibetana, nos describen un total de seis, llegando hasta siete en el tantrismo hinduista y hasta 100 sub menores que se denominan sub chakras o Marmas. Para todos los profesionales, sin embargo, los chakras no son físicos y los consideran como aspectos de nuestra conciencia, como las auras, pero más densos y con capacidad para interaccionar con el cuerpo físico a través de dos vehículos principales: el sistema endocrino y el sistema nervioso.
Ahora, muchos años después de su definición, los chakras son estudiados paralelamente a la física cuántica, quizá la única manera de darle validez científica, una vez que conseguimos apartarnos del esoterismo más irracional.
Funcionando como verdaderos centros de distribución energética, al igual que una bomba o válvula, regulan el flujo de la energía a través de nuestro sistema orgánico, condicionando las decisiones que tomamos para reaccionar ante las circunstancias de nuestra vida. De una manera intuitiva y frecuentemente voluntaria, abrimos y cerramos estas válvulas para decidir cómo debemos sentir, asimilar y pensar, algo que logramos escogiendo el adecuado filtro perceptivo a través del cual queremos experimentar el mundo que nos rodea.
Para los budistas solamente hay cuatro chakras, pero otras tendencias, como la tibetana, nos describen un total de seis, llegando hasta siete en el tantrismo hinduista y hasta 100 sub menores que se denominan sub chakras o Marmas. Para todos los profesionales, sin embargo, los chakras no son físicos y los consideran como aspectos de nuestra conciencia, como las auras, pero más densos y con capacidad para interaccionar con el cuerpo físico a través de dos vehículos principales: el sistema endocrino y el sistema nervioso.
Ahora, muchos años después de su definición, los chakras son estudiados paralelamente a la física cuántica, quizá la única manera de darle validez científica, una vez que conseguimos apartarnos del esoterismo más irracional.