Dice el autor en el prólogo, de la mano de Ramón Pérez de Ayala, que no pocos creyentes nos comportamos hoy en la sociedad como el público en los toros: vemos lo que pasa; algunas veces aplaudimos, aunque por lo general criticamos; y nunca movemos un dedo para mejorar lo que criticamos.
Estas páginas nacen con la pretensión de «facilitar una reflexión serena que permita al lector una toma de postura responsable» como creyente ante la cuestión pública, en estos momentos de creciente crispación.
Un primer paso necesario para ello es clarificar los términos del problema: clericalismo, laicismo, laicidad...
Así es posible desbrozar el terreno del delicado problema de la dimensión ética de la legislación estatal: ni el duro positivismo jurídico de los hechos ni la teoría clásica de la ley natural son hoy caminos válidos. Solo la humilde propuesta de una ética civil compartida por todos ofrece una salida adecuada.
Es en ese marco común y compartido con todos en el que el creyente podrá superar la fuerte tendencia de nuestro pasado reciente a la privatización de la fe, para abrirse a una presencia pública, especialmente en cinco campos privilegiados como son los del voluntariado, la cultura, la comunicación social, el sindicalismo y la política.
Entre nosotros ha sido intenso el debate teórico y está muy viva y enconada la polémica práctica entre el cristianismo de mediación o fermento y el cristianismo de presencia. Tras un análisis cuidadoso de los riegos y las ventajas de cada opción, el estilo de la mediación parece ser el más adecuado.
Otro tema de gran actualidad es el de la financiación de la Iglesia en un Estado laico.
Con su habitual claridad, concisión y amenidad, González-Carvajal vuelve a dar criterios y orientaciones, a indicar actitudes y comportamientos para situarnos como cristianos en un Estado que irremediable -y tal vez afortunadamente- es y será laico.
Estas páginas nacen con la pretensión de «facilitar una reflexión serena que permita al lector una toma de postura responsable» como creyente ante la cuestión pública, en estos momentos de creciente crispación.
Un primer paso necesario para ello es clarificar los términos del problema: clericalismo, laicismo, laicidad...
Así es posible desbrozar el terreno del delicado problema de la dimensión ética de la legislación estatal: ni el duro positivismo jurídico de los hechos ni la teoría clásica de la ley natural son hoy caminos válidos. Solo la humilde propuesta de una ética civil compartida por todos ofrece una salida adecuada.
Es en ese marco común y compartido con todos en el que el creyente podrá superar la fuerte tendencia de nuestro pasado reciente a la privatización de la fe, para abrirse a una presencia pública, especialmente en cinco campos privilegiados como son los del voluntariado, la cultura, la comunicación social, el sindicalismo y la política.
Entre nosotros ha sido intenso el debate teórico y está muy viva y enconada la polémica práctica entre el cristianismo de mediación o fermento y el cristianismo de presencia. Tras un análisis cuidadoso de los riegos y las ventajas de cada opción, el estilo de la mediación parece ser el más adecuado.
Otro tema de gran actualidad es el de la financiación de la Iglesia en un Estado laico.
Con su habitual claridad, concisión y amenidad, González-Carvajal vuelve a dar criterios y orientaciones, a indicar actitudes y comportamientos para situarnos como cristianos en un Estado que irremediable -y tal vez afortunadamente- es y será laico.