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    LOS DEDOS MÁGICOS DE VICTORIA (Relatos Románticos y Fantásticos nº 17)

    Por Ana Martínez de la Riva Molina

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    CAPÍTULO I AÑO 1.885


    Queda poca masa de arcilla. Mañana compraré en la tienda de artesanía. El jarrón va tomando cuerpo. Mis manos son mágicas moldean cualquier cosa en la que trabaje. Desde pequeña las manualidades me han entusiasmado. Pero mi talón de Aquiles es la escultura.

    Vivo para y por ella. El material es importante, el mármol blanco sin forma acaricia mis dedos para darle vida a una estatua.

    El cuerpo humano es mi pasión. Esculpo en tamaño real generalmente familias, el padre, la madre, dos niños, un bebé y los abuelos.

    Empezó de forma enfermiza cuando en un incendio perdí a toda mi familia en Alejandría.

    Mi padre enseñaba literatura inglesa en la universidad de esta histórica ciudad, antigua cuna de sabiduría.

    Todos nos habíamos trasladado a una casa victoriana cedida por el rectorado de la universidad de Alejandría, a su más ilustre catedrático de Cambridge.

    Por entonces contaba con quince años. Estaba muy ilusionada con el viaje. Mis ansias de conocimiento y mis inquietudes artísticas no me dejaban tranquila, rayaban en la locura. Era una obsesión de día y de noche. Mi mente inconscientemente me hacía modelar barro en el jardín de mi casa de Inglaterra. Formaba figuras de la naturaleza que me rodeaba…Flores, mariposas, pájaros, hojas de árboles…

    Mis dedos finos y ágiles trabajaban sin cesar creando bellas figuras. Soñaba con tener mi propio taller de escultura con una variedad de mármoles, alabastros y escayola para fabricar mis moldes.

    Acariciando la arcilla del jarrón que estaba esculpiendo los ojos empezaron a humedecerse, unas lágrimas silenciosas caían dentro de mi objeto de artesanía. Pronto lo terminaría y tendría que venderlo para sobrevivir.

    Los recuerdos afloraron en mi cabeza como si se tratara de una neblina que está muy compacta y empieza a despejarse, mostrándome imágenes de un pasado no muy lejano llenos de alegría y felicidad.

    Mi amada madre preparaba el equipaje, estaba muy intranquila por todas las cosas imprescindibles que tenía que empacar hasta aquellas lejanas tierras de Oriente.

    -Victoria, cielo. Ayúdame a meter todos estos libros que tu padre quiere llevarse a Alejandría. El baúl no cierra bien. Espero que podamos mantenerlo en orden.

    -Mamá, enseguida voy, tengo que lavarme las manos.

    -¿Has estado otra vez jugando con la tierra? Anda ve a asearte y procura no entretenerte mucho. El jabón no es para crear un pez con burbujas en la boca. Son muy bonitos pero tus hermanos pequeños jamás querrán estar limpios si tienen que estropear el pececillo.

    -Lo sé mamá, procuraré moldear otras figuras con otro material. Aunque es una pena no dejar por toda la casa adornos como recuerdo de nuestro paso por la historia de Inglaterra.

    -Cariño si dentro de tres años volveremos otra vez a Cambridge. Podrás seguir haciendo tus obras de arte por todo el jardín y las estancias de toda la familia.
    Anda nenita, date prisa que también tenemos que atender a los abuelos. Mientras cuidan de Ben, bajaremos su equipaje.

    -¿Y papá no habrá ido a la universidad otra vez a por más manuscritos?

    -Si querida, me temo que ha ido a por otro cargamento de obras literarias.

    (Di un beso a mi madre en la mejilla y salí corriendo a lavarme las manos).

    -Hum, mamá ya estoy aquí. Traigo una caja de madera donde guardaba mis objetos manuales. Los he dejado adornando el porche trasero, allí no estorbarán a nadie.


    -Buena idea, Victoria. No sabía qué hacer con tantos libros. Y los que vienen de camino. Espero que tu padre llegue a tiempo, siempre es tan despistado con los horarios cuando se trata de leer, que lo mismo perdemos el barco.

    -¿Quieres que me acerque a buscarlo al campus de la universidad? Seguro que estará con su colega el Señor Frank Kent, cuando se encuentran los dos no hay manera de separarlos.
    No me extrañaría que se viniera con nosotros a Alejandría.

    (Nos sonreímos imaginándonos la escena en el ba
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