Los escritores suicidas son un grupo misterioso. Esta obra viaja con ellos e intenta averiguar por qué se suicidan tantos poetas y escritores. De paso plantea las preguntas básicas de la creación literaria: ¿es peligroso escribir? ¿merece la pena?
El libro de Rojo se interroga por un hecho que cada día es más explorado: la mayor incidencia de enfermedades mentales en los artistas. Desde Aristóteles a Burton, desde Burton hasta nuestros días, la filosofía y la ciencia han constatado este hecho. Pere Rojo prefiere, sin embargo, eludir las conclusiones, elegir las preguntas a las respuestas, como nos muestra ampliamente en el último capítulo de su libro. Y lo hace porque, nos parece, es consciente de la humildad con que debemos acercarnos al tema que le ocupa, pues, a pesar de toda la reflexión que la creatividad y el suicidio han provocado, una y otro permanecen, y permanecerán suponemos que siempre, como una selva selvaggia imposible de domesticar, pese a los esfuerzos de nuestro intelecto.
Lola López Mondéjar
A ellos, a esos escritores suicidas, les faltó esa aurora de rescate que les hubiera podido retener vivos en su ser del límite, entre los dos cercos.
Lo sagrado necesita siempre un corazón humano que lo sienta y reconozca, evoca Hölderlin en su Hyperión, y entonces se produce el milagro pero, sucede que muchas veces a algunos buscadores ese fuego les destruye, la aurora no llega y el desierto se convierte en un vacío tanático, el mismo vacío que permitió llegar a la creación se vuelve contra ellos, un rayo toca su cuerpo les da la luz y la muerte, las sirenas logran atraparlos.
En nombre de todos ellos, los que están en el índice del libro, y los que no están, agradezco a Pere Rojo que haya escrito este texto como un acto de gratitud y reconocimiento a sus sacrificios. Les has devuelto un poco, a través de sus palabras, de todo lo que ellos nos brindaron con las suyas.
Gracias por este libro, lleno de vida y entusiasmo, entusiasmo de donde nace toda fuerza creadora.
Roberto Longhi.
El libro de Rojo se interroga por un hecho que cada día es más explorado: la mayor incidencia de enfermedades mentales en los artistas. Desde Aristóteles a Burton, desde Burton hasta nuestros días, la filosofía y la ciencia han constatado este hecho. Pere Rojo prefiere, sin embargo, eludir las conclusiones, elegir las preguntas a las respuestas, como nos muestra ampliamente en el último capítulo de su libro. Y lo hace porque, nos parece, es consciente de la humildad con que debemos acercarnos al tema que le ocupa, pues, a pesar de toda la reflexión que la creatividad y el suicidio han provocado, una y otro permanecen, y permanecerán suponemos que siempre, como una selva selvaggia imposible de domesticar, pese a los esfuerzos de nuestro intelecto.
Lola López Mondéjar
A ellos, a esos escritores suicidas, les faltó esa aurora de rescate que les hubiera podido retener vivos en su ser del límite, entre los dos cercos.
Lo sagrado necesita siempre un corazón humano que lo sienta y reconozca, evoca Hölderlin en su Hyperión, y entonces se produce el milagro pero, sucede que muchas veces a algunos buscadores ese fuego les destruye, la aurora no llega y el desierto se convierte en un vacío tanático, el mismo vacío que permitió llegar a la creación se vuelve contra ellos, un rayo toca su cuerpo les da la luz y la muerte, las sirenas logran atraparlos.
En nombre de todos ellos, los que están en el índice del libro, y los que no están, agradezco a Pere Rojo que haya escrito este texto como un acto de gratitud y reconocimiento a sus sacrificios. Les has devuelto un poco, a través de sus palabras, de todo lo que ellos nos brindaron con las suyas.
Gracias por este libro, lleno de vida y entusiasmo, entusiasmo de donde nace toda fuerza creadora.
Roberto Longhi.