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Un rugido espantoso que hiela la sangre en las venas estalla por la parte del puente. Pocos moimentos después, diez o doce hombres medio
desnudos, de piel bronceada, con los ojos inyectados en sangre, cubiertos los labios de una espuma sanguinolenta, se precipitan en el puente como una bandada de aves de rapiña.
No parecen hombres, sino demonios del infierno. Son todos de alta estatura, anchos de espaldas y de pecho fornido,
pero de delgados brazos, y piernas que parecen hilos de acero revestidos de piel curtida.
Van vestidos solamente con unas camisolas cortas y desteñidas; pero llevan collares y ajorcas de cuentas de vidrio
y colmillos de jabalí al cuello y a los brazos, y en la cabeza
baces de fibras vegetales entrelazadas.
Todos ellos parecen locos o energúmenos atacados de un
acceso de sanguinario furor. Llevan en la mano pesados sables que los isleños de Solú llaman parangs, cuya hoja de
acero tiene admirable temple; armas terribles que de un solo golpe descabezan al hombre más vigoroso.
Corren como gamos, con la larga cabellera tendida y flolante sobre la espalda, contraídas las facciones, los brazos Emilio Salgar!
en alto y empuñando el formidable parang..
Un rugido espantoso que hiela la sangre en las venas estalla por la parte del puente. Pocos moimentos después, diez o doce hombres medio
desnudos, de piel bronceada, con los ojos inyectados en sangre, cubiertos los labios de una espuma sanguinolenta, se precipitan en el puente como una bandada de aves de rapiña.
No parecen hombres, sino demonios del infierno. Son todos de alta estatura, anchos de espaldas y de pecho fornido,
pero de delgados brazos, y piernas que parecen hilos de acero revestidos de piel curtida.
Van vestidos solamente con unas camisolas cortas y desteñidas; pero llevan collares y ajorcas de cuentas de vidrio
y colmillos de jabalí al cuello y a los brazos, y en la cabeza
baces de fibras vegetales entrelazadas.
Todos ellos parecen locos o energúmenos atacados de un
acceso de sanguinario furor. Llevan en la mano pesados sables que los isleños de Solú llaman parangs, cuya hoja de
acero tiene admirable temple; armas terribles que de un solo golpe descabezan al hombre más vigoroso.
Corren como gamos, con la larga cabellera tendida y flolante sobre la espalda, contraídas las facciones, los brazos Emilio Salgar!
en alto y empuñando el formidable parang..