Las culturas de los iberos han despertado el interés de historiadores y arqueólogos desde finales del siglo XIX, cuando quedaron unidas al sentimiento de pertenencia de los españoles, con múltiples acepciones, reflexiones y conclusiones. La arqueología ibérica contemporánea se ha esmerado en tratar la documentación correspondiente con métodos avanzados derivados tanto de la Nueva Arqueología como del positivismo, con el objetivo de presentar una sociedad estructurada —la primera en el ámbito peninsular— en el umbral de una organización de nivel urbano.
Este libro quiere poner en conocimiento del lector los contenidos (epigrafía, paisaje, ocupación del suelo, necrópolis, santuarios, arte...) que sirven de base para referirse a las Culturas Ibéricas y sus contextos, en plural. En unos casos el registro arqueológico propiamente dicho se convierte en el argumento de peso a favor de una determinada propuesta; en otros, los paradigmas mantenidos por posicionamientos poscolonialistas, atentos a los procesos activos entre los grupos autóctonos, abogan a favor de una pluralidad con elementos, no obstante, transversales.
En este discurso la cultura artística de los iberos, entendida como un sistema de imágenes imputable a su evolución interna, ocupa un destacado lugar. No en vano es este un aspecto singular, en calidad y cantidad, en el marco protohistórico del Mediterráneo occidental.
Este libro quiere poner en conocimiento del lector los contenidos (epigrafía, paisaje, ocupación del suelo, necrópolis, santuarios, arte...) que sirven de base para referirse a las Culturas Ibéricas y sus contextos, en plural. En unos casos el registro arqueológico propiamente dicho se convierte en el argumento de peso a favor de una determinada propuesta; en otros, los paradigmas mantenidos por posicionamientos poscolonialistas, atentos a los procesos activos entre los grupos autóctonos, abogan a favor de una pluralidad con elementos, no obstante, transversales.
En este discurso la cultura artística de los iberos, entendida como un sistema de imágenes imputable a su evolución interna, ocupa un destacado lugar. No en vano es este un aspecto singular, en calidad y cantidad, en el marco protohistórico del Mediterráneo occidental.