Tras describir la formación del Sistema Solar y la propia Tierra, los autores nos muestran el escenario de un mundo carente de oxígeno, donde las primeras formas de vida se debieron apañar en un mundo inhóspito, inventando la mayor parte de soluciones metabólicas presentes en todos los organismos actuales. El flujo de iones a través de las membranas biológicas, las reacciones de oxidación y reducción o la fabricación de ATP debieron aparecer muy pronto entre aquellos procariotas ancestrales. Sin duda alguna, las primeras células debieron ser mucho más sencillas que cualquier organismo actual, muy posiblemente con una capacidad limitada para la síntesis de sus propios componentes celulares, debiendo cubrir sus carencias mediante la alimentación. En un periodo en el que la radiación ultravioleta que llegaba a la superficie del planeta era muy intensa (aún no existía la capa de ozono), la formación de compuestos orgánicos debió ser muy abundante. Las primeras célulsas serían probablemente heterótrofas, limitándose a ingerir moleculas orgánicas similares a aquellas de las que estaban constituidos, tales como aminoácidos, azúcares y pequeños ácidos orgánicos.
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