Este libro lo conforman cuatro relatos de cuatro plumas bien diferenciadas, cuatro estilos distantes, pero con un denominador común, el erotismo
Descubriremos la sensualidad de Pramata, tatuadora de sexos y amante exquisita; acompañaremos a Rafael en el surrealista viaje a bordo del expreso Rías Altas, un trayecto lleno de sucesos inesperados; desearemos vivir en el castillo de la condesa de la Marca, libertina y ferviente seguidora del marqués de Sade, donde Eloísa y Crisóstomo conocerán el placer sin límites antes de abanderar la peregrinación a Amberes en nombre de Príapo…
Descúbre esta compilación de cuatro relatos que tratan del erotismo de manera única
EXTRACTO
Entonces se levantó, la cogió por los hombros, la hizo girar para poner a su alcance la boca apetitosa. Solicitó que se levantara mientras una mano se había abierto camino entre la falda, había despechado la tanga y navegaba por el estanque de la vulva hacia el precipicio que todavía palpitaba. Su pene quería estallar dentro del pantalón, pedía a gritos que lo liberara, deseaba ocupar el lugar de su mano hasta sucumbir al imán de la sima que estaba dispuesto a invadir. Milagrosamente ella oyó su quejido y con manos expertas desabotonó la bragueta, pero despacio, muy despacio, deleitándose con el padecimiento de esa verga hinchada y sudorosa, preludio del que la esperaba al otro lado del abismo.
Descubriremos la sensualidad de Pramata, tatuadora de sexos y amante exquisita; acompañaremos a Rafael en el surrealista viaje a bordo del expreso Rías Altas, un trayecto lleno de sucesos inesperados; desearemos vivir en el castillo de la condesa de la Marca, libertina y ferviente seguidora del marqués de Sade, donde Eloísa y Crisóstomo conocerán el placer sin límites antes de abanderar la peregrinación a Amberes en nombre de Príapo…
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Entonces se levantó, la cogió por los hombros, la hizo girar para poner a su alcance la boca apetitosa. Solicitó que se levantara mientras una mano se había abierto camino entre la falda, había despechado la tanga y navegaba por el estanque de la vulva hacia el precipicio que todavía palpitaba. Su pene quería estallar dentro del pantalón, pedía a gritos que lo liberara, deseaba ocupar el lugar de su mano hasta sucumbir al imán de la sima que estaba dispuesto a invadir. Milagrosamente ella oyó su quejido y con manos expertas desabotonó la bragueta, pero despacio, muy despacio, deleitándose con el padecimiento de esa verga hinchada y sudorosa, preludio del que la esperaba al otro lado del abismo.