Nada genera más entusiasmo y admiración en los aficionados al cine que los premios de la Academia, con su desfile previo y la incertidumbre sobre quiénes serán los galardonados.
En su intento de honrar lo mejor del cine mundial, los organizadores han realizado eventos que son
una mezcla de buen gusto, arte escénico y extravagancia, logrando con ello que año tras año las ceremonias -que son seguidas a través de la televisión por millones de fans de todo el mundo- muestren la esencia del cine, que no es otra cosa que aportar magia y sueños, casi siempre dentro
de esa fábrica de ilusiones que es Hollywood.
Pero como todo premio, los Oscars siempre son objeto de largas y controvertidas polémicas, básicamente de quienes ni siquiera han sido nominados, pues hay que reconocer que estos galardones han contribuido sensiblemente al
éxito fulgurante de los premiados. En el camino se quedan no siempre los peores, pero cuya calidad artística no es suficiente para un jurado de expertos que debe hilar muy fino para no tener que aguantar luego una gran cantidad de críticas.
Posteriormente, y en ocasiones en franca oposición a este jurado, está el público, el único que certifica lo que verdaderamente interesa o no. Y es que el tiempo ha demostrado
que el cine es, ante todo, un espectáculo de masas, no un arte para minorías intelectuales a quienes parecen gustar todo lo que aburre a la mayoría. Por eso, y aunque sea ir en contra de los eruditos, una película que no logra atraer la atención del gran público y que supone un fracaso
económico es, deberíamos ser sinceros, una película frustrada.
En su intento de honrar lo mejor del cine mundial, los organizadores han realizado eventos que son
una mezcla de buen gusto, arte escénico y extravagancia, logrando con ello que año tras año las ceremonias -que son seguidas a través de la televisión por millones de fans de todo el mundo- muestren la esencia del cine, que no es otra cosa que aportar magia y sueños, casi siempre dentro
de esa fábrica de ilusiones que es Hollywood.
Pero como todo premio, los Oscars siempre son objeto de largas y controvertidas polémicas, básicamente de quienes ni siquiera han sido nominados, pues hay que reconocer que estos galardones han contribuido sensiblemente al
éxito fulgurante de los premiados. En el camino se quedan no siempre los peores, pero cuya calidad artística no es suficiente para un jurado de expertos que debe hilar muy fino para no tener que aguantar luego una gran cantidad de críticas.
Posteriormente, y en ocasiones en franca oposición a este jurado, está el público, el único que certifica lo que verdaderamente interesa o no. Y es que el tiempo ha demostrado
que el cine es, ante todo, un espectáculo de masas, no un arte para minorías intelectuales a quienes parecen gustar todo lo que aburre a la mayoría. Por eso, y aunque sea ir en contra de los eruditos, una película que no logra atraer la atención del gran público y que supone un fracaso
económico es, deberíamos ser sinceros, una película frustrada.