El grave Hesíodo habló a los pastores del Helicón de Los trabajos y los días. Es más melancólico hablar a nuestros mundanos y a nuestras mundanas de Los placeres y los días, si, como lo pretende ese hombre de Estado inglés, la vida sería soportable sin los placeres. También el libro de nuestro joven amigo tiene sonrisas cansadas, actitudes de fatiga que no carecen de belleza ni de nobleza.
Su misma tristeza nos parecerá agradable y muy variada, conducida y sostenida como lo está por un maravilloso espíritu de observación, por una inteligencia flexible, penetrante y verdaderamente sutil. Este calendario de Los placeres y los días marca las horas de la naturaleza por medio de armoniosos cuadros del cielo, del mar y de los bosques, las horas humanas por medio de retratos fieles y cuadros costumbristas de un acabado maravilloso.
Marcel Proust se complace igualmente en describirnos el esplendor desolado del sol poniente y las vanidades agitadas de un alma snob. Es excelente al relatar los dolores elegantes, los sufrimientos artificiales, que igualan por lo menos en crueldad a los que la naturaleza nos da con una prodigalidad maternal. Confieso que esos sentimientos inventados, esos dolores encontrados por el genio humano, esos dolores fingidos me parecen infinitamente interesantes y preciosos, y le debo a Marcel Proust el haber estudiado y descrito algunos especímenes selectos.
Nos atrae, nos retiene en una atmósfera de invernadero, entre orquídeas sabias que no alimentan en la tierra su extraña y frágil belleza. De pronto en el aire pesado y delicioso pasa una flecha luminosa, un relámpago que, como el rayo del doctor alemán, atraviesa los cuerpos. Con un solo trazo el poeta penetró en el pensamiento secreto y el deseo inconfesado.
Es su estilo y su arte. Demuestra aquí una seguridad que sorprende en un arquero tan joven. No tiene nada de inocente. Pero es tan sincero y tan auténtico que se vuelve ingenuo y nos gusta así. Hay en él algo del depravado Bernardino de san Pedro y del ingenuo Petronio.
¡Dichoso libro el suyo! Irá por la ciudad todo adornado, todo perfumado con las flores con las que Madeleine Lemaire lo ha cubierto con esa mano divina que esparce las rosas con su rocío.
Anatole France
Su misma tristeza nos parecerá agradable y muy variada, conducida y sostenida como lo está por un maravilloso espíritu de observación, por una inteligencia flexible, penetrante y verdaderamente sutil. Este calendario de Los placeres y los días marca las horas de la naturaleza por medio de armoniosos cuadros del cielo, del mar y de los bosques, las horas humanas por medio de retratos fieles y cuadros costumbristas de un acabado maravilloso.
Marcel Proust se complace igualmente en describirnos el esplendor desolado del sol poniente y las vanidades agitadas de un alma snob. Es excelente al relatar los dolores elegantes, los sufrimientos artificiales, que igualan por lo menos en crueldad a los que la naturaleza nos da con una prodigalidad maternal. Confieso que esos sentimientos inventados, esos dolores encontrados por el genio humano, esos dolores fingidos me parecen infinitamente interesantes y preciosos, y le debo a Marcel Proust el haber estudiado y descrito algunos especímenes selectos.
Nos atrae, nos retiene en una atmósfera de invernadero, entre orquídeas sabias que no alimentan en la tierra su extraña y frágil belleza. De pronto en el aire pesado y delicioso pasa una flecha luminosa, un relámpago que, como el rayo del doctor alemán, atraviesa los cuerpos. Con un solo trazo el poeta penetró en el pensamiento secreto y el deseo inconfesado.
Es su estilo y su arte. Demuestra aquí una seguridad que sorprende en un arquero tan joven. No tiene nada de inocente. Pero es tan sincero y tan auténtico que se vuelve ingenuo y nos gusta así. Hay en él algo del depravado Bernardino de san Pedro y del ingenuo Petronio.
¡Dichoso libro el suyo! Irá por la ciudad todo adornado, todo perfumado con las flores con las que Madeleine Lemaire lo ha cubierto con esa mano divina que esparce las rosas con su rocío.
Anatole France