Hay gestos imperceptibles, que suceden a la vista de todos y que, sin embargo, son secretos. Un amor entre un esclavo y una joven de sociedad en la Buenos Aires de 1810 es otra forma de revolución: íntima, privada, dicha casi en un susurro.
Frente a las mayúsculas de la semana de mayo, de los próceres, Gabriela Margall nos ofrece una novela que se detiene en el detalle, en lo que permanece al margen de la historia, pero que, a su vez, la recrea: con las contradicciones de quienes proclaman la libertad, pero no pueden concedérsela a los suyos; con las contradicciones de una sociedad que quiere cambiar, pero que no se atreve a hacerlo del todo.
Narrada con una prosa lírica y descarnada a la vez, Los que esperan la lluvia le da voz a aquellos que pasan imperceptibles por nuestra historia: como el repiqueteo de una tormenta, como el sonido de tambores que suenan a los lejos.
Frente a las mayúsculas de la semana de mayo, de los próceres, Gabriela Margall nos ofrece una novela que se detiene en el detalle, en lo que permanece al margen de la historia, pero que, a su vez, la recrea: con las contradicciones de quienes proclaman la libertad, pero no pueden concedérsela a los suyos; con las contradicciones de una sociedad que quiere cambiar, pero que no se atreve a hacerlo del todo.
Narrada con una prosa lírica y descarnada a la vez, Los que esperan la lluvia le da voz a aquellos que pasan imperceptibles por nuestra historia: como el repiqueteo de una tormenta, como el sonido de tambores que suenan a los lejos.