En todas las circunstancias de nuestra vida atravesamos por esencias y atributos (o por sustantivos y adjetivos). En el caso de la literatura podemos identificar los atributos con aquellos condimentos que cumplen la función de matizar o de conferirles cierto sabor a algunos pasajes de una historia.
Estos cuentos de Fernando Sorrentino no son cuentos humorísticos (lo cual sería muy fatigoso para el lector) sino cuentos con cierto humor, ya que alguna que otra gracia funciona, en el tramado general de cada relato, como un condimento tan válido como el patetismo o el espíritu trágico (por completo ausentes, dicho sea de paso, de esta selección narrativa).
Un hombrecillo insignificante muta en una máquina dañina cuando viaja en autobús; un joven enamorado de una bella muchacha se encuentra con que su futuro suegro no pertenece al mundo de lo esperable; una pareja de recién casados debe encargarse, por ley, de tareas carcelarias; el mismísimo autor entra en batalla contra una familia de obsequiosos vecinos y, más tarde (o más temprano), festeja su cumpleaños mediante el recurso de hacer encolerizar a alguna persona desconocida…
Tan parecido, paradójicamente, al mundo real, este mundo del absurdo que nos proponen tales cuentos arrancarán, sin duda, más de una sonrisa al lector y, en ciertos casos, es posible que hasta una carcajada.
Estos cuentos de Fernando Sorrentino no son cuentos humorísticos (lo cual sería muy fatigoso para el lector) sino cuentos con cierto humor, ya que alguna que otra gracia funciona, en el tramado general de cada relato, como un condimento tan válido como el patetismo o el espíritu trágico (por completo ausentes, dicho sea de paso, de esta selección narrativa).
Un hombrecillo insignificante muta en una máquina dañina cuando viaja en autobús; un joven enamorado de una bella muchacha se encuentra con que su futuro suegro no pertenece al mundo de lo esperable; una pareja de recién casados debe encargarse, por ley, de tareas carcelarias; el mismísimo autor entra en batalla contra una familia de obsequiosos vecinos y, más tarde (o más temprano), festeja su cumpleaños mediante el recurso de hacer encolerizar a alguna persona desconocida…
Tan parecido, paradójicamente, al mundo real, este mundo del absurdo que nos proponen tales cuentos arrancarán, sin duda, más de una sonrisa al lector y, en ciertos casos, es posible que hasta una carcajada.