La ocasión la ha «pintado de oro» -como tantas otras, el erudito abogado,
escritor taurino y humanista don Luis Suárez Ávila, con el nos une una
cordial y larga amistad-, porque se trata de la visita a nuestro Puerto de
Santa María, de una guapa dama italiana, llamada Silvana, que estará
entre nosotros desde el sábado día 30 de abril. Don Luis consideró que
era una oportunidad ofrecerle una modesta publicación sobre su paisano, al menos en
el cincuenta por cien de su misma sangre romana, Excmo. Sr. Don Luis Mazzantini y
Eguía. Pero eso sí, con un Prólogo muy breve, porque como nuestro amigo Suárez
dice: «Tienen muy poca importancia y menos relevancia.»
Las vinculaciones especiales del famoso diestro guipuzcoano, don Luis
Mazzantini y Eguía -fue torero con aristocrática presencia-, tuvo con El Puerto de Santa
María, donde toreó en 18 ocasiónes y en dos más que no pudo porque fueron
suspendidas-, bien merece, por aquella frase -que tanto distingue a los mexicanos a la
hora de justificar los méritos de algunos de sus personajes-, de «honor al que honor
merece», que sea él quien continúe la colección: «Grandes Toreros», en libros de
contenido resumido para facilitar su cómoda y pronta lectura, que nos hemos propuesto
ir publicando para los aficionados, entre los que desde hoy incluimos esta publicación
que dedicamos a Silvana-, tal y con la idea de que ellos cuenten con una modesta
biblioteca taurina.
Luis Mazzantini y Eguía, matador de toros que, en honor de El Puerto diremos
que, atraído el torero por los encantos de nuestra Ciudad, abierta a la bahía gaditana,
en cuyas aguas, frente a La Algaida nacieron musas como Lyrima, quiso levantar aquí
el rincón íntimo para su merecido descanso, el refugio de sus apacibles retiros en la
vida ajetreada del torero. Eso fue entonces, porque hoy no tienen derecho los portuenses
en toda la ciudad al descanso. Verdaderas turbas son escupidas por las discos –cuya
demoledora y altisonante música perturba los sentidos y hace enfermar a los adultosque
ahogan a la ciudad y siembran la más estruendosa algarabía a lo largo de las
madrugadas, sin dejar dormir a nadie.
En aquellos años fue diferente, porque en el Puerto respiraba paz y distinción.
Por eso, el torero guipuzcoano mandó construir, allá por 1891, una casita campestre –
un «recreo» se les llama aquí- al que puso el nombre de «La Concepción», y que se
sigue conociendo como «lo de Mazzantini.» Allí vivió jornadas inolvidables de su vida,
compartiendo la paz del campo y la buena amistad de sus vecinos con su esposa, a la
que tanto amaba. Los portuenses celebraron con satisfacción tan ilustre y admirada
vecindad. Y con este motivo, hasta apareció una breve composición poética en las
páginas de la prestigiosa «Revista Portuense». Iba firmada por J. M. A., y decía, después
de otros versos de introducción:
escritor taurino y humanista don Luis Suárez Ávila, con el nos une una
cordial y larga amistad-, porque se trata de la visita a nuestro Puerto de
Santa María, de una guapa dama italiana, llamada Silvana, que estará
entre nosotros desde el sábado día 30 de abril. Don Luis consideró que
era una oportunidad ofrecerle una modesta publicación sobre su paisano, al menos en
el cincuenta por cien de su misma sangre romana, Excmo. Sr. Don Luis Mazzantini y
Eguía. Pero eso sí, con un Prólogo muy breve, porque como nuestro amigo Suárez
dice: «Tienen muy poca importancia y menos relevancia.»
Las vinculaciones especiales del famoso diestro guipuzcoano, don Luis
Mazzantini y Eguía -fue torero con aristocrática presencia-, tuvo con El Puerto de Santa
María, donde toreó en 18 ocasiónes y en dos más que no pudo porque fueron
suspendidas-, bien merece, por aquella frase -que tanto distingue a los mexicanos a la
hora de justificar los méritos de algunos de sus personajes-, de «honor al que honor
merece», que sea él quien continúe la colección: «Grandes Toreros», en libros de
contenido resumido para facilitar su cómoda y pronta lectura, que nos hemos propuesto
ir publicando para los aficionados, entre los que desde hoy incluimos esta publicación
que dedicamos a Silvana-, tal y con la idea de que ellos cuenten con una modesta
biblioteca taurina.
Luis Mazzantini y Eguía, matador de toros que, en honor de El Puerto diremos
que, atraído el torero por los encantos de nuestra Ciudad, abierta a la bahía gaditana,
en cuyas aguas, frente a La Algaida nacieron musas como Lyrima, quiso levantar aquí
el rincón íntimo para su merecido descanso, el refugio de sus apacibles retiros en la
vida ajetreada del torero. Eso fue entonces, porque hoy no tienen derecho los portuenses
en toda la ciudad al descanso. Verdaderas turbas son escupidas por las discos –cuya
demoledora y altisonante música perturba los sentidos y hace enfermar a los adultosque
ahogan a la ciudad y siembran la más estruendosa algarabía a lo largo de las
madrugadas, sin dejar dormir a nadie.
En aquellos años fue diferente, porque en el Puerto respiraba paz y distinción.
Por eso, el torero guipuzcoano mandó construir, allá por 1891, una casita campestre –
un «recreo» se les llama aquí- al que puso el nombre de «La Concepción», y que se
sigue conociendo como «lo de Mazzantini.» Allí vivió jornadas inolvidables de su vida,
compartiendo la paz del campo y la buena amistad de sus vecinos con su esposa, a la
que tanto amaba. Los portuenses celebraron con satisfacción tan ilustre y admirada
vecindad. Y con este motivo, hasta apareció una breve composición poética en las
páginas de la prestigiosa «Revista Portuense». Iba firmada por J. M. A., y decía, después
de otros versos de introducción: