Cuando Lydia Cabrera (1900-1991) publicó Vocabulario Congo (el bantú que se habla en Cuba)1 libro desconocido o tendenciosamente ignorado por algunos estudiosos de la frocubanía, quizás no intuyó que su obra revelaba y, al mismo tiempo rescataba, esencias de la bantuidad lingüística en Cuba, mérito que le corresponde a esta autora, a pesar de que otros investigadores como Don Fernando Ortiz y Teodoro Díaz Fabelo incluyeran en sus estudios el contenido bantú de la Regla de Palo Monte.
Lydia Cabrera reúne en su Vocabulario congo... (abreviado VC de aquí en adelante) unas tres mil voces afrocubanas, muchas de ellas presentes en El Monte (1954), obra que estudia los sistemas de creencias cubanos de sustrato africano y en la que la autora se refiere en algunos capítulos al componente religioso bantú de la Regla de Palo Monte. También el texto arriba citado etimologiza, o más bien traduce, términos congos que el lector puede hallar en sus dos libros dedicados específicamente a los paleros: La Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje (1977) y Reglas de Congo: Palo Monte Mayombe (1979). Todo este léxico lo recopiló Cabrera durante su trabajo de campo llevado a cabo en Cuba entre 1936 y 1958.
El VC ha sido caracterizado excelentemente por el lingüista Armin Schwegler (2002: 97-194), quien, entre otras cosas, señala que es un diccionario poco convencional, donde la autora organiza el material lingüístico alfabéticamente partiendo del español en vez de las palabras africanas; incluye no solamente voces individuales sino también oraciones completas; relaciona múltiples formas africanas (y no africanas) para un determinado término o concepto en español; segmenta erróneamente el vocablo de origen kikongo. Schwegler también subraya “el empleo de métodos investigativos no evaluativos por parte de la autora y la fuerte tendencia a traducciones por asociación contextual o situacional”.2 Cabrera parece que estuvo consciente de casi todo lo que Schwegler le endilga en relación con sus deficiencias metodológicas puesto que desde El Monte ella ya caracterizaba su “método”:
“Ignorando las lenguas yoruba y bantú que tantos se precian de hablar y efectivamente se hablan en este país (...) y deliberadamente sin diccionarios ni obras de consulta al alcance de la mano, he anotado las voces que corrientemente emplean [los paleros] en sus relatos y charlas, según la pronunciación y las variantes de cada informante. (Cabrera, 1954: 9)”
Lydia Cabrera reúne en su Vocabulario congo... (abreviado VC de aquí en adelante) unas tres mil voces afrocubanas, muchas de ellas presentes en El Monte (1954), obra que estudia los sistemas de creencias cubanos de sustrato africano y en la que la autora se refiere en algunos capítulos al componente religioso bantú de la Regla de Palo Monte. También el texto arriba citado etimologiza, o más bien traduce, términos congos que el lector puede hallar en sus dos libros dedicados específicamente a los paleros: La Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje (1977) y Reglas de Congo: Palo Monte Mayombe (1979). Todo este léxico lo recopiló Cabrera durante su trabajo de campo llevado a cabo en Cuba entre 1936 y 1958.
El VC ha sido caracterizado excelentemente por el lingüista Armin Schwegler (2002: 97-194), quien, entre otras cosas, señala que es un diccionario poco convencional, donde la autora organiza el material lingüístico alfabéticamente partiendo del español en vez de las palabras africanas; incluye no solamente voces individuales sino también oraciones completas; relaciona múltiples formas africanas (y no africanas) para un determinado término o concepto en español; segmenta erróneamente el vocablo de origen kikongo. Schwegler también subraya “el empleo de métodos investigativos no evaluativos por parte de la autora y la fuerte tendencia a traducciones por asociación contextual o situacional”.2 Cabrera parece que estuvo consciente de casi todo lo que Schwegler le endilga en relación con sus deficiencias metodológicas puesto que desde El Monte ella ya caracterizaba su “método”:
“Ignorando las lenguas yoruba y bantú que tantos se precian de hablar y efectivamente se hablan en este país (...) y deliberadamente sin diccionarios ni obras de consulta al alcance de la mano, he anotado las voces que corrientemente emplean [los paleros] en sus relatos y charlas, según la pronunciación y las variantes de cada informante. (Cabrera, 1954: 9)”