De Miguel Ángel Mancera se ha especulado mucho: que si es la pieza clave del PRI para expulsar al PRD del DF o un policía investido como gobernante o la fachada detrás de la operación descarada de Héctor Serrano en la capital o la esperanza de Los Chuchos ante un liderazgo desgastado.
Luego de dos años con crisis de gobierno, decisiones cuestionables y alianzas que parecían impensables para un gobierno de izquierda, Mancera empieza a revelarse más como un político que apunta a Los Pinos con movimientos calculados para desgastar a sus rivales, que como un Jefe de Gobierno con un programa definido.
En este contexto, Raúl Monge hace un exhaustivo trabajo de investigación periodística para reconstruir el perfil del gobernante ciudadano que no convence; del carismático George Cloney de la política mexicana consagrado al culto de su imagen; del funcionario que disfruta más sus tratos con la farándula y el empresariado que con el electorado que lo apoyó con una abrumante mayoría; del hombre que busca manejar los hilos de un partido que vive la peor crisis de identidad ideológica en su historia, para labrar, desde ahora, su camino hacia la presidencia.