El amor, el recuerdo y la esperanza son parte de la respiración de Guadalupe Morfín y hacen que sus versos sean como un diluvio de pétalos. Sus versos, sus imágenes, se mueven, porque la poesía, según Pfeiffer, es una figuración en movimiento. Así, Morfín exhala —a través de sus memorias y de la ilusión— todo aquello que perece. Su poesía, entonces, inmortaliza el propio cuerpo, los recuerdos de la abuela, la alegría de la hija, las cenizas y las palabras, que para ella mutan en palomas y viceversa.
En los ochenta y siete poemas de este libro, distribuidos en tres estancias, el lector encontrará el lugar donde le crecerán las alas al verano, el cuestionamiento sobre el origen de la luz y del ser amado, y constatará al final la fuerte y precisa advertencia de Guadalupe Morfín: «La poesía también ruge y abomina, / de nada te protege, bien lo sabes, / nunca fue tu resguardo», «la poesía es también / el rumor de tu espada».
En los ochenta y siete poemas de este libro, distribuidos en tres estancias, el lector encontrará el lugar donde le crecerán las alas al verano, el cuestionamiento sobre el origen de la luz y del ser amado, y constatará al final la fuerte y precisa advertencia de Guadalupe Morfín: «La poesía también ruge y abomina, / de nada te protege, bien lo sabes, / nunca fue tu resguardo», «la poesía es también / el rumor de tu espada».