“En una ocasión la conferencia se iba a dar en una isla, y con este motivo crucé el fiordo con él y con Fräulein von Sivers, en el mismo barco. Había un chico al timón. Observé que la cara de Rudolf Steiner, bajo aquella luz brillante, era muy diferente del paisaje natural que nos rodeaba. No pude evitar pensar en el carbón y el diamante. En contraste, la cara de Marie von Sivers poseía la lozanía del paraíso tejida por los más puros elementos de la naturaleza que nos rodeaban; el dorado del sol, el azul del cielo y del agua, la delicadeza de la rosa norteña que sostenía en sus manos, todo ello reunido en su femenina belleza. Siempre que veía a estos dos seres humanos uno al lado del otro, sentía que en la armonía entre ellos se encontraban dos mundos completamente diferentes” - Margarita Woloschin
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