“Había escampado. Respiré profundamente el aire húmedo de la mañana. El olor a tierra empapada por la lluvia me sentó bien, me dio esperanzas y me llevó de la mano hacia los sueños de libertad, esos sueños que se encontraban más allá del horizonte y que no aparecen en la noche ni necesitan de ojos cerrados… Me habían puesto la posibilidad de alcanzar el futuro que tanto había soñado en la palma de la mano y no la quería tocar demasiado, como si de un peligroso escorpión se tratase, para no ser atravesado con el aguijón, para que el veneno no entrara en mi cuerpo y me devorara el alma y el espíritu.”
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