Sabido es que la Mecánica Clásica, de Galileo y Newton, interpreta correctamente los fenómenos físicos que ocurren a bajas velocidades. No así cuando se trata de altas velocidades, debido a la existencia de un límite a la velocidad: la velocidad de la luz. Ningún cuerpo, por más impulso que reciba, puede alcanzar tan estricta velocidad. Esto da lugar a que, a altas velocidades, no se cumplan sus presupuestos. Este incumplimiento impone su transformación para que, a altas velocidades, siga la Mecánica Clásica tan exacta, predictiva y determinativa como lo demuestra a bajas velocidades.
Transformación llevada aquí a cabo obviando el relativismo de la Teoría de la Relatividad, también del indeterminismo de la Mecánica Cuántica, pues la Física, como ciencia exacta, aborrece tanto el relativismo de la una como el indeterminismo de la otra.
Aunque los partidarios de ambas mecánicas no lo asuman, lo cierto es que violan el Principio de Conservación de la Energía tanto más cuanto más cerca de la velocidad de la luz tratan la velocidad de los cuerpos. Aseveración apoyada en tan inviolable principio. Quien lo viola, queda en fuera de juego.
Desde toda perspectiva, las ecuaciones relativistas de la energía (cinética, m=E/c² y la popular E=mc²), que también emplea la Mecánica Cuántica a altas velocidades, atribuyen a los cuerpos tanta menos energía cuanto más cerca de c o velocidad de la luz se mueven. Nada extraño. Pues sin dinámica, ni una ni otra mecánica pueden presupuestar la velocidad que adquirirá un cuerpo a un determinado impulso, máxime admitiendo c. Sin cinemática, cotejar la velocidad que le procura el impulso. Y sin cinética, determinar la energía cinética en función de la masa y velocidad resultantes en el cuerpo.
En su lugar, tergiversan los fundamentos y resultados de la Mecánica Clásica aprovechando que no cumple a altas velocidades. La Mecánica Relativista, relativizando el Principio de la Relatividad del Movimiento o Ley de la Inercia de Galileo. Y la Mecánica Cuántica amparando y amparándose en las erradas fórmulas relativistas de la energía con un antiprincipio, el Principio de Indeterminación de Heisenberg. Con el que se exime de dar cuentas exactas de la energía, en su caso a las partículas: tanta menos cuanto más cerca de c se mueven.
Bajo ese permisivo antiprincipio, las hipótesis cuánticas vienen dando como fruto una interminable lista de partículas virtuales, actualmente más de 200 y sin solución de continuidad: un círculo vicioso, porque cuanto más se aceleran las partículas en los Grandes Aceleradores, menos energía le asignan dichas fórmulas y más necesidad de partículas virtuales y más inverosímiles propiedades y funciones les atribuye la Mecánica Cuántica. Sin conseguir, aún así, dar cuentas de las energías puestas en juego en esas enormes máquinas que aceleran las partículas electromagnéticamente. Ni, por supuesto, tratar energéticamente las naturales. Verbigracia, las fantásticas energías que portan los rayos cósmicos son tan elevadas respecto a las que pueden asignarles las fórmulas relativistas en función de sus masas y velocidades detectadas que, ante tal reto, ambas mecánicas no hacen otra cosa que solaparse mutuamente sus desatinos ante el principio de conservación de la energía.
Quien recorre siempre el mismo camino, ve siempre el mismo paisaje. No es el caso de este trabajo, que se adentra por paisajes inéditos.
Transformación llevada aquí a cabo obviando el relativismo de la Teoría de la Relatividad, también del indeterminismo de la Mecánica Cuántica, pues la Física, como ciencia exacta, aborrece tanto el relativismo de la una como el indeterminismo de la otra.
Aunque los partidarios de ambas mecánicas no lo asuman, lo cierto es que violan el Principio de Conservación de la Energía tanto más cuanto más cerca de la velocidad de la luz tratan la velocidad de los cuerpos. Aseveración apoyada en tan inviolable principio. Quien lo viola, queda en fuera de juego.
Desde toda perspectiva, las ecuaciones relativistas de la energía (cinética, m=E/c² y la popular E=mc²), que también emplea la Mecánica Cuántica a altas velocidades, atribuyen a los cuerpos tanta menos energía cuanto más cerca de c o velocidad de la luz se mueven. Nada extraño. Pues sin dinámica, ni una ni otra mecánica pueden presupuestar la velocidad que adquirirá un cuerpo a un determinado impulso, máxime admitiendo c. Sin cinemática, cotejar la velocidad que le procura el impulso. Y sin cinética, determinar la energía cinética en función de la masa y velocidad resultantes en el cuerpo.
En su lugar, tergiversan los fundamentos y resultados de la Mecánica Clásica aprovechando que no cumple a altas velocidades. La Mecánica Relativista, relativizando el Principio de la Relatividad del Movimiento o Ley de la Inercia de Galileo. Y la Mecánica Cuántica amparando y amparándose en las erradas fórmulas relativistas de la energía con un antiprincipio, el Principio de Indeterminación de Heisenberg. Con el que se exime de dar cuentas exactas de la energía, en su caso a las partículas: tanta menos cuanto más cerca de c se mueven.
Bajo ese permisivo antiprincipio, las hipótesis cuánticas vienen dando como fruto una interminable lista de partículas virtuales, actualmente más de 200 y sin solución de continuidad: un círculo vicioso, porque cuanto más se aceleran las partículas en los Grandes Aceleradores, menos energía le asignan dichas fórmulas y más necesidad de partículas virtuales y más inverosímiles propiedades y funciones les atribuye la Mecánica Cuántica. Sin conseguir, aún así, dar cuentas de las energías puestas en juego en esas enormes máquinas que aceleran las partículas electromagnéticamente. Ni, por supuesto, tratar energéticamente las naturales. Verbigracia, las fantásticas energías que portan los rayos cósmicos son tan elevadas respecto a las que pueden asignarles las fórmulas relativistas en función de sus masas y velocidades detectadas que, ante tal reto, ambas mecánicas no hacen otra cosa que solaparse mutuamente sus desatinos ante el principio de conservación de la energía.
Quien recorre siempre el mismo camino, ve siempre el mismo paisaje. No es el caso de este trabajo, que se adentra por paisajes inéditos.