Ella no ha pedido ser lo que es ni tener esas orejas. No ha pedido el poder de causar la muerte o curar heridas solo con el pensamiento, casi sin darse cuenta, ni leer la mente de otras personas, aunque hacerlo pueda facilitarle la vida. Su madre murió sin que los elfos hicieran nada para evitarlo y su padre humano los abandonó, a ella, y a su hermano mellizo. Solo su abuela, que los acogió como a sus hijos, se ha preocupado por formar una familia en la que hasta ahora han sido felices los tres. Zoila tiene dieciséis años y le gustaría seguir yendo al instituto, preocuparse por los exámenes o mentir a su abuela para salir con un chico y volver un poco más tarde… Pero desearlo no es suficiente.
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