El Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, nos ofrece en esta obra una nueva demostración de su talento catequético y su profundidad teológica. Se trata de una importante contribución a la causa de la proclamación y defensa de la inviolabilidad de la vida humana, de la dignidad de las personas y de sus derechos fundamentales inalienables.Una de las cualidades más apreciables de las páginas que se non brinda es la de subrayar la necesaria relación entre ética y metafísica. El Autor nos recuerda que ha existido una especie de rechazo global de la metafísica, sobretodo por parte de la tradición kantiana y del positivismo, y nos dice que, si no es posible la ética sin una búsqueda de sus fundamentos antropológicos, tampoco puede haber antropología sin metafísica. Es un libro de esperanza. El lector entrevé, en medio de los enunciados científicos, antropológicos y éticos, el hombre de la modernidad desencantada, en busca del sentido de la vida, solitario en medio de la multitud, febril con la novedad y ebrio de libertad, que intenta elevarse de la pesadez del engaño y de la falsedad a la gracia de la Verdad, desde el sentido inmanente y limitado de las cosas hacia el sentido trascendente e ilimitado del ser.
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