Fui un niño más o menos normal. Bobalicón y feliz, bastante mimado, pero no hay en mi infancia nada especial que precisara ser contado. Entonces, ¿Por qué escribir sobre ella? ¿Por qué tendría nadie algún interés en conocerla? Cada uno tiene sus propios recuerdos, sus primeras emociones, sus primeras veces. No creo que nadie esté muy interesado por las mías, salvo, tal vez, los más allegados, o sea vosotros, de igual manera que me sería bastante tostón leer la infancia de nadie salvo la de estos mismos allegados, o la de alguien ajeno y excepcional, del que tuviera curiosidad en saber cómo era ese niño que llegó a ser excepcional, si él lo quisiera contar.
Así que escribo mis recuerdos porque me gusta escribir y me gusta recordar, pero tal vez tenga menos sentido que les dé formato libro y pretenda que alguien se interese por ellas y dedique algunas horas a conocer de las andanzas de un niño bobalicón y feliz cuyas hazañas, ni de pequeño ni de grande, pasarán nunca a los libros de historia.
Pero luego pensé en mamá, y decidí que este podría ser mi pequeño homenaje a quien tanto nos quiso. Al menos de esta forma unos pocos de mis íntimos y alguno menos de los suyos sabrán algo de lo que hizo y de lo que fue esta, a su manera, excepcional persona. Tenía tan poquísima familia que, si no es por esta breve contribución, su recuerdo se perdería para siempre, y aun así es probable que también ocurra, de tan corto recorrido que supongo acabará tendiendo este relato. Pero será suficiente con que tenga algunos lectores, pues al menos esa débil llamita estará encendida en algún sitio.
Así que estas páginas no son otra cosa que el álbum de fotos que enseña ese familiar o amigo un poco pelmazo, no para sorprender ni interesar (con frecuencia ocurre todo lo contrario) sino con la simple intención de mostrar en un fugaz momento un instante de su vida, nada especial que hubiera de llegar más lejos que la mesita del salón donde se hojean. Son los recuerdos de mi infancia, mucho para mí, pero simplemente eso. He querido contarlos tal y como salen de la mente del niño que los trae, sin ínfulas literarias ni pretensiones narrativas, como las de un niño que de viva voz cuenta atropelladamente lo que le acaba de suceder. Y seguro que mucho de lo que cuenta no sucedió así realmente, sino que la memoria con el tiempo lo habrá retocado a su manera. Pero al menos sí que es tal y como lo recuerdo.
Esto es lo que recuerdo de mi infancia. Seguro que se parece en bastantes cosas a la vuestra. ¿Por qué iba a ser de otro modo? A lo mejor con esto os animo a que recordéis sobre la vuestra y me la hagáis llegar. Es una experiencia muy grata. A veces duele un poco, pero creo que vale la pena.
Así que escribo mis recuerdos porque me gusta escribir y me gusta recordar, pero tal vez tenga menos sentido que les dé formato libro y pretenda que alguien se interese por ellas y dedique algunas horas a conocer de las andanzas de un niño bobalicón y feliz cuyas hazañas, ni de pequeño ni de grande, pasarán nunca a los libros de historia.
Pero luego pensé en mamá, y decidí que este podría ser mi pequeño homenaje a quien tanto nos quiso. Al menos de esta forma unos pocos de mis íntimos y alguno menos de los suyos sabrán algo de lo que hizo y de lo que fue esta, a su manera, excepcional persona. Tenía tan poquísima familia que, si no es por esta breve contribución, su recuerdo se perdería para siempre, y aun así es probable que también ocurra, de tan corto recorrido que supongo acabará tendiendo este relato. Pero será suficiente con que tenga algunos lectores, pues al menos esa débil llamita estará encendida en algún sitio.
Así que estas páginas no son otra cosa que el álbum de fotos que enseña ese familiar o amigo un poco pelmazo, no para sorprender ni interesar (con frecuencia ocurre todo lo contrario) sino con la simple intención de mostrar en un fugaz momento un instante de su vida, nada especial que hubiera de llegar más lejos que la mesita del salón donde se hojean. Son los recuerdos de mi infancia, mucho para mí, pero simplemente eso. He querido contarlos tal y como salen de la mente del niño que los trae, sin ínfulas literarias ni pretensiones narrativas, como las de un niño que de viva voz cuenta atropelladamente lo que le acaba de suceder. Y seguro que mucho de lo que cuenta no sucedió así realmente, sino que la memoria con el tiempo lo habrá retocado a su manera. Pero al menos sí que es tal y como lo recuerdo.
Esto es lo que recuerdo de mi infancia. Seguro que se parece en bastantes cosas a la vuestra. ¿Por qué iba a ser de otro modo? A lo mejor con esto os animo a que recordéis sobre la vuestra y me la hagáis llegar. Es una experiencia muy grata. A veces duele un poco, pero creo que vale la pena.