Esta Parábola significa que el Reino de Dios
tiene en sí una fuerza secreta de crecimiento y maduración.
La Iglesia aún sin tener en actividad a sus miembros,
tiene en sí una fuerza que la desarrolla.
El poder de la Palabra de Dios crece
en los corazones y siembra valores actuando en la vida de
los hombres para bien de ellos y de sus semejantes.
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