Ambicioso, seductor, déspota, genio político, terrorista por temperamento y por sistema, pluma talentosa, demagogo exaltado, estadis ta de carácter, trabajador incansable, traidor y corrupto, honesto y fiel, oportunista, patriota. Esos y muchos otros juicios contradictorios ha recibido la corta vida pública del jacobino Bernardo Monteagudo, desde los diecinueve años, cuando se doctoró en Chuquisaca -cuna de revolucionarios como Moreno y Castelli-, hasta los treinta y cinco, cuando una puñalada le atravesó el pecho en una preciosa noche de verano limeña.
Dieciséis años intensos, fulgurantes, que lo mantuvieron, tan joven, en el centro de las grandes decisiones políticas; junto a Castelli en el Ejército del Norte; figura clave de la Asamblea del Año XIII cuando gobernaba Alvear; mano derecha insustituible de San Martín y O'Higgins durante las luchas independentistas en Chile y Perú; finalmente ladero y hombre de confianza de Bolívar en la consolidación de la victoria revolucionaria.
Siempre fue pobre y fue siempre un gran escritor, revulsivo, provocador, apasionado, convincente, que aún hoy es de lectura fluida, como puede comprobarse en los textos recopilados en el Apéndice de este libro. Un colosal propagandista de las ideas y proyectos que concebía. Entre ellos, como pionero y mártir, la unión latinoamericana. La defensa innegociable de esa causa le otorgó para siempre su lugar en la Historia.
Escribía Monteagudo, para el futuro, en 1812: "Nosotros estamos en nuestra aurora, la Europa toca su occidente; y si las tinieblas se apresuran a envolverla, para nosotros amanecerá un día puro y risueño; ciudades numerosas saldrán del seño de estos desiertos inmensos; nuestros buques cubrirán los mares, la abundancia reinará dentro de nuestros muros y no se verán sobre nuestros altares y en nuestros tribunales sino dos palabras: humanidad y libertad".
La crítica ha dicho...
«Con una prosa clara, rítmica, sin dilaciones y hasta didáctica, O'Donnell se atreve a develar todo sobre este personaje».
Dolores Caviglia, La Gaceta (Tucumán)
Dieciséis años intensos, fulgurantes, que lo mantuvieron, tan joven, en el centro de las grandes decisiones políticas; junto a Castelli en el Ejército del Norte; figura clave de la Asamblea del Año XIII cuando gobernaba Alvear; mano derecha insustituible de San Martín y O'Higgins durante las luchas independentistas en Chile y Perú; finalmente ladero y hombre de confianza de Bolívar en la consolidación de la victoria revolucionaria.
Siempre fue pobre y fue siempre un gran escritor, revulsivo, provocador, apasionado, convincente, que aún hoy es de lectura fluida, como puede comprobarse en los textos recopilados en el Apéndice de este libro. Un colosal propagandista de las ideas y proyectos que concebía. Entre ellos, como pionero y mártir, la unión latinoamericana. La defensa innegociable de esa causa le otorgó para siempre su lugar en la Historia.
Escribía Monteagudo, para el futuro, en 1812: "Nosotros estamos en nuestra aurora, la Europa toca su occidente; y si las tinieblas se apresuran a envolverla, para nosotros amanecerá un día puro y risueño; ciudades numerosas saldrán del seño de estos desiertos inmensos; nuestros buques cubrirán los mares, la abundancia reinará dentro de nuestros muros y no se verán sobre nuestros altares y en nuestros tribunales sino dos palabras: humanidad y libertad".
La crítica ha dicho...
«Con una prosa clara, rítmica, sin dilaciones y hasta didáctica, O'Donnell se atreve a develar todo sobre este personaje».
Dolores Caviglia, La Gaceta (Tucumán)