Ni sol ni madrugada, es un drama que representa el mundo actual, concentrado en el círculo doméstico, con un enfoque metateatral, vanguardista, que rompe esquemas y moldes, al elegir la perspectiva de la creación en trance de imaginarse, de hacerse, de escribirse.
La dramaturga crea un personaje que la dobla, en figura masculina, Adriano 1, que a su vez, se mira a sí mismo moviéndose en ese círculo imaginario que toma cuerpo paulatinamente en el escenario, a medida que él escribe su texto. De modo que el lector/espectador va viendo nacer los personajes que van naciendo como si brotaran de su pluma. El autor va reproduciendo su vida, como una forma de buscar la salvación del cáncer que lo carcome y que lo acecha desde el centro de su cuerpo.
Atormentado y confundido Adriano se sumerge en la primera etapa de todo duelo o pérdida: el enojo; desde ahí inicia la escritura de la que sabe será su última obra, en una alucinación delirante y fantasmagórica que salta del presente al pasado, y del pasado al futuro.
La acción se desarrolla un Día de Muertos, en el pueblo de Ocotepec, Morelos, conocido internacionalmente por su tradicional celebración para los seres queridos que han dejado el mundo de los vivos. Las casas abren sus puertas y se llenan de visitantes para compartir las viandas y bebidas que se ofrendan al muerto. Sin embargo, en la casa de Adriano, ni hay puertas abiertas ni recorren la calle regando flores de cempasúchil, ni hay ofrendas. Las puertas de la casa de Adriano permanecen cerradas y mientras Catalina, su esposa, permanece enclaustrada.
Ni sol ni madrugada es una drama diferente y original, que muestra como en un microscopio una imagen dislocada del mundo en que vivimos, entre intrigas, traiciones, rencores y relaciones humanas distorsionadas y confusas. Un teatro que obliga a la reflexión, sobre la Naturaleza humana y lo que queremos para nuestra vida.
La dramaturga crea un personaje que la dobla, en figura masculina, Adriano 1, que a su vez, se mira a sí mismo moviéndose en ese círculo imaginario que toma cuerpo paulatinamente en el escenario, a medida que él escribe su texto. De modo que el lector/espectador va viendo nacer los personajes que van naciendo como si brotaran de su pluma. El autor va reproduciendo su vida, como una forma de buscar la salvación del cáncer que lo carcome y que lo acecha desde el centro de su cuerpo.
Atormentado y confundido Adriano se sumerge en la primera etapa de todo duelo o pérdida: el enojo; desde ahí inicia la escritura de la que sabe será su última obra, en una alucinación delirante y fantasmagórica que salta del presente al pasado, y del pasado al futuro.
La acción se desarrolla un Día de Muertos, en el pueblo de Ocotepec, Morelos, conocido internacionalmente por su tradicional celebración para los seres queridos que han dejado el mundo de los vivos. Las casas abren sus puertas y se llenan de visitantes para compartir las viandas y bebidas que se ofrendan al muerto. Sin embargo, en la casa de Adriano, ni hay puertas abiertas ni recorren la calle regando flores de cempasúchil, ni hay ofrendas. Las puertas de la casa de Adriano permanecen cerradas y mientras Catalina, su esposa, permanece enclaustrada.
Ni sol ni madrugada es una drama diferente y original, que muestra como en un microscopio una imagen dislocada del mundo en que vivimos, entre intrigas, traiciones, rencores y relaciones humanas distorsionadas y confusas. Un teatro que obliga a la reflexión, sobre la Naturaleza humana y lo que queremos para nuestra vida.