Cuando Abel regresa a Sodoma tras media vida en guerra, encuentra una tumba reciente, la de su hermano, y un páramo desolado por el que corretean fantasmas y recuerdos.
Abel el loco, Abel el tarado, Abel el pez banana, no es un hombre justo ni decente, es sólo una carcasa, una persona vacía, un tipo con el alma del revés, con las costuras por fuera, un ser hecho de retales al que no le queda más fuerza ni aliento, que el que conduce hacia el desastre.
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