Cuando apareció este diccionario en 1885 no es dudable que ya hubiera un antecedente hispánico o francés, sin embargo, Adolfo Llanos consiguió o, mejor dicho, capturó varias docenas de acertadas descripciones que sin pertenecer a la plebe (su tamiz delata una castellanización culterana) gozan de una aplicación que trasciende el tiempo y el espacio.
Juego mundano que leído ante los compañeros de juerga desataba risotadas y a las doncellas tal vez las hacía fruncir la boca en un mohín por cierta incomodidad, el Novísimo diccionario... alberga un envidiable humor serio que tras más de cien años conserva su vigencia.
Ahora que a la historia nacional se le califica, convenientemente, de cíclica, la recirculación de este volumen puede ser un detonante ideal para volver los ojos al nacimiento del porfiriato en una de sus facetas menos conocida y acaso más entrañables. Después de todo –y más allá de que en 1885 ya se estaba resolviendo la cuestión de la deuda con Inglaterra y se reanudaban las inversiones extranjeras- la condición primera ya está dada: México sigue siendo un suelo lleno de feos y hermosas.
Juego mundano que leído ante los compañeros de juerga desataba risotadas y a las doncellas tal vez las hacía fruncir la boca en un mohín por cierta incomodidad, el Novísimo diccionario... alberga un envidiable humor serio que tras más de cien años conserva su vigencia.
Ahora que a la historia nacional se le califica, convenientemente, de cíclica, la recirculación de este volumen puede ser un detonante ideal para volver los ojos al nacimiento del porfiriato en una de sus facetas menos conocida y acaso más entrañables. Después de todo –y más allá de que en 1885 ya se estaba resolviendo la cuestión de la deuda con Inglaterra y se reanudaban las inversiones extranjeras- la condición primera ya está dada: México sigue siendo un suelo lleno de feos y hermosas.