Cuatro amigos se reúnen, un jueves por la noche, para beber y jugar su partida semanal de póker. El piso en cuestión está situado en el barrio del Raval -cerca de la Sala Bagdad de Barcelona- y pertenece a un viejo barrendero llamado Dudu. Leo, un cuarentón con problemas con las drogas y que malvive como abogado de oficio, empieza a recibir llamadas de los Mossos d’Esquadra para que acuda a primera hora de la mañana a la comisaría de Les Corts para asistir a varios detenidos. Así que deciden dar la sesión por finalizada y largarse a casa pronto. Lo malo de todo ello es que Leo, Sam i Gus, deciden hacerlo en coche, pero con un contenido de alcohol en la sangre superior a lo habitual. Es por eso que, cuando una preciosa mujer cruza la calle a toda prisa y sin mirar, no pueden evitar atropellarla. La joven queda tendida en el suelo inconsciente, pero mantiene aún los signos vitales. A esas horas de la noche la calle está vacía y nadie parece haberlo visto… o eso creen ellos ¿Qué deben hacer con ella? No pueden avisar a la ambulancia… porque la guardia urbana también acudiría y, en su estado, alguno de ellos acabaría entre rejas; dejarla allí y huir, sería demasiado ruin… incluso para ellos que son unos canallas; así que deciden recogerla y llevarla a urgencias del Hospital del Mar. Casi sin bajarse del coche, la dejan tirada en la entrada y se largan a toda velocidad.
Al día siguiente, Leo y Sam, se enteran en la comisaria que un policía de la secreta, que ellos conocían y que era apodado “el Llanero Solitario” -por ir siempre a su bola-, ha muerto apuñalado en el Raval aquella misma noche. También les comunican que Gus, al que habían dejado en casa unas horas antes, acababa de ingresar en el Hospital de Bellvitge con pronóstico grave, tras recibir una fuerte paliza. Desconcertados por los acontecimientos y casi sin quererlo, se ven envueltos en unas locas investigaciones policiales que estarán a punto de costarles la libertad e incluso la vida.
Al día siguiente, Leo y Sam, se enteran en la comisaria que un policía de la secreta, que ellos conocían y que era apodado “el Llanero Solitario” -por ir siempre a su bola-, ha muerto apuñalado en el Raval aquella misma noche. También les comunican que Gus, al que habían dejado en casa unas horas antes, acababa de ingresar en el Hospital de Bellvitge con pronóstico grave, tras recibir una fuerte paliza. Desconcertados por los acontecimientos y casi sin quererlo, se ven envueltos en unas locas investigaciones policiales que estarán a punto de costarles la libertad e incluso la vida.