Hoy he decidido comenzar a escribir
Muchas veces había sentido el deseo de escribir, pero nunca me tomé el tiempo de tomar acción, de volcar todo en palabras, porque tenía temor de mis propios pensamientos.
Cuando se ha vivido y se ha sentido el frío de tantos inviernos, nace el deseo de expresarlo, sin importar lo que se escriba, ni siquiera te detiene la idea que todo quede en un cajón, olvidado e ignorado por aquellos que hubieran deseado leerlo.
Al final de cada día, mis pensamientos vuelan hacia muchos de los momentos vividos, entonces llegan los recuerdos, los hechos que en muchas ocasiones me hicieron feliz y en otras, me dejaron un sabor tan amargo en la garganta que a veces no me permitían tragar.
Cada amanecer se convertía en un despertar colmado de melancolía, aceptando que nunca se apartará hasta el final de mis días, y así, sin percatarme hacia donde me llevaban mis propios pensamientos, comenzaron a surgir las palabras que inevitablemente se albergaban dentro de mí, colmando de una misteriosa sensibilidad mí cuerpo ya cansado.
En muchos momentos trataba de comprender ese vivir por vivir del pasado, preguntándome porque no evite los errores que luego marcaron mi vida con una profunda cicatriz que no ha podido sanar, reconociendo que lo peor fue no haber aceptado quien era y por lo que de verdad debí haber vivido, aun creyendo que no era real.
La lucha por explicar lo inexplicable lleno mis días de sentimientos difíciles de sobrellevar. Se no tener el tiempo para corregir el pasado y será algo difícil renacer en el presente pero, puedo abrigar las esperanzas que el futuro, que está por llegar, puede ser mejor.
Pero no me angustio por mí pues estoy en el ocaso de mi vida, sin embargo, siento pena por quienes todavía tienen la oportunidad de levantarse para lograr algo, sin esperar que la vida les dé una oportunidad, o un milagro de esos que, casualidades de la historia o mensajes de la misericordia de Dios, les permita recuperar sus vidas aunque sea de forma simple, pero más verdadera.
La existencia es un privilegio recibido de Dios, esta debió de haber sido la única y verdadera razón de mi propia vida, pero me negué la dicha de entender o no supe aprender, que sólo una vez pasamos por este camino, creí que estaba llena de sobrada sabiduría para ser jueza de mi propia existencia.
Poco hacía falta para tener una vida colmada de felices momentos, pero qué difícil ha sido comprenderlo, por no aceptar esa simple verdad ni haber cambiado las cosas que me hicieron flaquear y fracasar.
*************
Me piden que escriba una biografía e incluya una foto mía. Así es que lo hacen todos los escritores para resaltar las cualidades y educación que a través de los años han podido lograr.
Solo puedo decir que mi nombre es Teresita Martin Aguiar (incluyo el apellido de mi madre). Nací en la ciudad de Cárdenas, provincia de Matanzas Cuba un 6 de Octubre del 1943. Abandone mi país a los 16 años de edad, en 1959, junto a mi madre y hermanos para reunirnos con mi padre en Venezuela, donde se había radicado un año antes, y en 1962, nos trasladamos a los Estados Unidos de América, lugar que resido desde ese entonces.
Mis estudios primarios y segundarios se desarrollaron de manera muy peculiar, ya que estudie en diferentes escuelas, (Cárdenas, Matanzas y la Habana) y cuando me disponía a ingresar en la escuela de comercio de Cárdenas, abandone mi país. En Venezuela viví tres años en los cuales no continúe mis estudios. Ya en los Estado Unidos ingrese en el Miami Dade Community College donde estudie Administración en la rama de contabilidad.
Creo que los títulos y una bonita pose en una foto no hacen al ser humano, mi currículo es mi alma, la misma que está en cada línea de este libro. Soy una más dentro del pueblo que camina con moral y dignidad, con destreza y capaz de lograr la verdadera razón de ser.
Eso son mis títulos y mi foto, los que muchos aun teniéndolos no han podido alcanzar la grandeza de vivir.
Muchas veces había sentido el deseo de escribir, pero nunca me tomé el tiempo de tomar acción, de volcar todo en palabras, porque tenía temor de mis propios pensamientos.
Cuando se ha vivido y se ha sentido el frío de tantos inviernos, nace el deseo de expresarlo, sin importar lo que se escriba, ni siquiera te detiene la idea que todo quede en un cajón, olvidado e ignorado por aquellos que hubieran deseado leerlo.
Al final de cada día, mis pensamientos vuelan hacia muchos de los momentos vividos, entonces llegan los recuerdos, los hechos que en muchas ocasiones me hicieron feliz y en otras, me dejaron un sabor tan amargo en la garganta que a veces no me permitían tragar.
Cada amanecer se convertía en un despertar colmado de melancolía, aceptando que nunca se apartará hasta el final de mis días, y así, sin percatarme hacia donde me llevaban mis propios pensamientos, comenzaron a surgir las palabras que inevitablemente se albergaban dentro de mí, colmando de una misteriosa sensibilidad mí cuerpo ya cansado.
En muchos momentos trataba de comprender ese vivir por vivir del pasado, preguntándome porque no evite los errores que luego marcaron mi vida con una profunda cicatriz que no ha podido sanar, reconociendo que lo peor fue no haber aceptado quien era y por lo que de verdad debí haber vivido, aun creyendo que no era real.
La lucha por explicar lo inexplicable lleno mis días de sentimientos difíciles de sobrellevar. Se no tener el tiempo para corregir el pasado y será algo difícil renacer en el presente pero, puedo abrigar las esperanzas que el futuro, que está por llegar, puede ser mejor.
Pero no me angustio por mí pues estoy en el ocaso de mi vida, sin embargo, siento pena por quienes todavía tienen la oportunidad de levantarse para lograr algo, sin esperar que la vida les dé una oportunidad, o un milagro de esos que, casualidades de la historia o mensajes de la misericordia de Dios, les permita recuperar sus vidas aunque sea de forma simple, pero más verdadera.
La existencia es un privilegio recibido de Dios, esta debió de haber sido la única y verdadera razón de mi propia vida, pero me negué la dicha de entender o no supe aprender, que sólo una vez pasamos por este camino, creí que estaba llena de sobrada sabiduría para ser jueza de mi propia existencia.
Poco hacía falta para tener una vida colmada de felices momentos, pero qué difícil ha sido comprenderlo, por no aceptar esa simple verdad ni haber cambiado las cosas que me hicieron flaquear y fracasar.
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Me piden que escriba una biografía e incluya una foto mía. Así es que lo hacen todos los escritores para resaltar las cualidades y educación que a través de los años han podido lograr.
Solo puedo decir que mi nombre es Teresita Martin Aguiar (incluyo el apellido de mi madre). Nací en la ciudad de Cárdenas, provincia de Matanzas Cuba un 6 de Octubre del 1943. Abandone mi país a los 16 años de edad, en 1959, junto a mi madre y hermanos para reunirnos con mi padre en Venezuela, donde se había radicado un año antes, y en 1962, nos trasladamos a los Estados Unidos de América, lugar que resido desde ese entonces.
Mis estudios primarios y segundarios se desarrollaron de manera muy peculiar, ya que estudie en diferentes escuelas, (Cárdenas, Matanzas y la Habana) y cuando me disponía a ingresar en la escuela de comercio de Cárdenas, abandone mi país. En Venezuela viví tres años en los cuales no continúe mis estudios. Ya en los Estado Unidos ingrese en el Miami Dade Community College donde estudie Administración en la rama de contabilidad.
Creo que los títulos y una bonita pose en una foto no hacen al ser humano, mi currículo es mi alma, la misma que está en cada línea de este libro. Soy una más dentro del pueblo que camina con moral y dignidad, con destreza y capaz de lograr la verdadera razón de ser.
Eso son mis títulos y mi foto, los que muchos aun teniéndolos no han podido alcanzar la grandeza de vivir.