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Atrae el dinero con la ley de la atracción
Ximo Despuig
En este libro, basado en los artículos de Steve Pavlina, (un hombre que levantó un negocio millonario de autosuperación de la nada por el método de la entrega de valor al lector) descubrirás que el verdadero motivo por el que nos cuesta tanto ganar mucho dinero es porque no nos creemos merecedores de ello. La buena noticia es que hay métodos para romper las costumbres arraigadas y atraer la abundancia a nuestras vidas. Uno de esos métodos es la Ley de la Atracción.
Descubre de qué manera Steve rompió sus propias barreras y después... hazlo tú.
+
Metavida
J. K. Vélez
Novela de ciencia ficción con un 0,001% de ciencia y el resto de ficción. Toques de drama y mucho humor. Fragmentos:
En una celda fría y húmeda, Sonia había empezado a recobrar la consciencia. Los ojos le dolían una barbaridad. Eso fue lo primero que sintió, sus ojos. Aunque aún no podía abrirlos.
Alguien cuidaba de ella. Alguien le estaba poniendo una almohada bajo la cabeza. Ahora le daba agua. Le parecía escuchar una voz amable, aunque no sonaba muy humana. Debía estar drogada.
Allí olía mal. Olía a moho. Y a hospital. Olía a excrementos, también. Todo junto.
Ahora empezaba a sentir más cosas. Sentía dolor. Y sentía algo extraño. En su cuerpo. Algo que no sólo eran drogas. Algo que luchaba por hacerse con el control, dentro de sus venas.
Recordaba un pinchazo, pero no aquél que tan amablemente le habían obsequiado los hombres de negro, sino uno posterior. Quizá lo había soñado, no podía estar segura.
No. Todo lo contrario. Claro que estaba segura. Era real. Dolía. Y algo intentaba adueñarse de su vida.
Alguien le arañó la cara y le pidió perdón.
Luego, alguien le hizo un corte en la mejilla y volvió a disculparse.
A lo mejor, si ahora le sacaba un ojo, le compraría un chalet en Guadalix de la Sierra.
Sentía la sangre manar de la herida, bajar rodando hasta su cuello.
Le hicieron otro corte, y luego oyó una maldición. Luego, más disculpas.
- Sólo intento que estés más cómoda, pero te voy a acabar matando. Mierda.
...
La extraña no sentía dolor, lo cual era más terrible todavía porque podía ser testigo de su propia muerte con todos los sentidos.
Permaneció en el suelo, sollozando, casi diez minutos.
No sabía si era una bendición o un castigo para ellos no sentir dolor. Estaba claro que el dolor físico había sido descartado de sus vidas por la mano del creador. Que sus cuerpos no podrían soportar los cambios a que eran sometidos, el crecimiento acelerado...
Compra éste o cualquiera de los otros packs. No te arrepentirás.
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En una celda fría y húmeda, Sonia había empezado a recobrar la consciencia. Los ojos le dolían una barbaridad. Eso fue lo primero que sintió, sus ojos. Aunque aún no podía abrirlos.
Alguien cuidaba de ella. Alguien le estaba poniendo una almohada bajo la cabeza. Ahora le daba agua. Le parecía escuchar una voz amable, aunque no sonaba muy humana. Debía estar drogada.
Allí olía mal. Olía a moho. Y a hospital. Olía a excrementos, también. Todo junto.
Ahora empezaba a sentir más cosas. Sentía dolor. Y sentía algo extraño. En su cuerpo. Algo que no sólo eran drogas. Algo que luchaba por hacerse con el control, dentro de sus venas.
Recordaba un pinchazo, pero no aquél que tan amablemente le habían obsequiado los hombres de negro, sino uno posterior. Quizá lo había soñado, no podía estar segura.
No. Todo lo contrario. Claro que estaba segura. Era real. Dolía. Y algo intentaba adueñarse de su vida.
Alguien le arañó la cara y le pidió perdón.
Luego, alguien le hizo un corte en la mejilla y volvió a disculparse.
A lo mejor, si ahora le sacaba un ojo, le compraría un chalet en Guadalix de la Sierra.
Sentía la sangre manar de la herida, bajar rodando hasta su cuello.
Le hicieron otro corte, y luego oyó una maldición. Luego, más disculpas.
- Sólo intento que estés más cómoda, pero te voy a acabar matando. Mierda.
...
La extraña no sentía dolor, lo cual era más terrible todavía porque podía ser testigo de su propia muerte con todos los sentidos.
Permaneció en el suelo, sollozando, casi diez minutos.
No sabía si era una bendición o un castigo para ellos no sentir dolor. Estaba claro que el dolor físico había sido descartado de sus vidas por la mano del creador. Que sus cuerpos no podrían soportar los cambios a que eran sometidos, el crecimiento acelerado...
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