Trece crónicas estremecedoras sobre la impunidad, escritas por algunos de los mejores periodistas mexicanos.
El término "periodismo narrativo" suele ser visto con escepticismo y hasta con sorna en algunas redacciones donde, como dice Juan Villoro, los periodistas cada vez se hacen más gordos y los periódicos más flacos. En esos lugares "informar" puede consistir en sentarse a revisar el correo electrónico, descargar el boletín oficial (ya sea del gobierno, la ONG, el partido opositor o la empresa trasnacional), reescribirlo, preservando el mismo tono de rueda de prensa, producir una nota que hable con voz institucional y mantener así al periodismo dentro de la escenografía de la impunidad. "Narrar", por el contrario, requiere una presencia en el sitio donde suceden las cosas, aprender a escuchar, desarrollar una capacidad de observación de los pequeños detalles, tener una enorme concentración a la hora de contar la experiencia vivida y desafiar así, con el poder de la palabra, lo absurdo.
No es lo mismo contar el número de muertos que contar las historias de nuestros muertos. Esta guía narrativa de la impunidad asesina en México fue hecha a partir de esa idea. La vida de hoy mata, los casos contados en este libro así lo demuestran. Nos estamos muriendo: las mujeres, los obreros, los niños, los narcos, los indígenas, los mineros, las maestras, los policías, los campesinos, los comerciantes, los periodistas, los profesores de ping-pong, los soldados, las estudiantes, los vivos y los muertos, que ya muertos, vuelven a morir otra vez, una y otra vez, a causa de la ausencia de justicia y el olvido.
Las catorce crónicas de País de muertos no son parte de ninguna fosa común o de una sala del museo de los muertos. Conforman una de las antologías más plurales y representativas del periodismo narrativo y de investigación, si no es que ambos adjetivos salen sobrando y se debería hablar solamente de buen periodismo hecho en México.
El término "periodismo narrativo" suele ser visto con escepticismo y hasta con sorna en algunas redacciones donde, como dice Juan Villoro, los periodistas cada vez se hacen más gordos y los periódicos más flacos. En esos lugares "informar" puede consistir en sentarse a revisar el correo electrónico, descargar el boletín oficial (ya sea del gobierno, la ONG, el partido opositor o la empresa trasnacional), reescribirlo, preservando el mismo tono de rueda de prensa, producir una nota que hable con voz institucional y mantener así al periodismo dentro de la escenografía de la impunidad. "Narrar", por el contrario, requiere una presencia en el sitio donde suceden las cosas, aprender a escuchar, desarrollar una capacidad de observación de los pequeños detalles, tener una enorme concentración a la hora de contar la experiencia vivida y desafiar así, con el poder de la palabra, lo absurdo.
No es lo mismo contar el número de muertos que contar las historias de nuestros muertos. Esta guía narrativa de la impunidad asesina en México fue hecha a partir de esa idea. La vida de hoy mata, los casos contados en este libro así lo demuestran. Nos estamos muriendo: las mujeres, los obreros, los niños, los narcos, los indígenas, los mineros, las maestras, los policías, los campesinos, los comerciantes, los periodistas, los profesores de ping-pong, los soldados, las estudiantes, los vivos y los muertos, que ya muertos, vuelven a morir otra vez, una y otra vez, a causa de la ausencia de justicia y el olvido.
Las catorce crónicas de País de muertos no son parte de ninguna fosa común o de una sala del museo de los muertos. Conforman una de las antologías más plurales y representativas del periodismo narrativo y de investigación, si no es que ambos adjetivos salen sobrando y se debería hablar solamente de buen periodismo hecho en México.