Quien conoce a Gloria, sabe de su amor por la psicología y de su profundo compromiso en la ayuda a las personas quienes, dentro de sus muchas vivencias y dolores, atraviesan por un proceso de duelo.
Una de las virtudes de este primer libro de una serie que la
autora nos ha prometido, es la de recoger, de manera sencilla, comprensible y esperanzadora, la experiencia de un trabajo de más de quince años en los que se ha acercado a un tema que, si bien es de ocurrencia común en todos los contextos, abordarlo en el colombiano, en particular, resulta ser una necesidad apremiante y tiene una indudable pertinencia.
Considero que en esta publicación se conjugan no sólo años de investigación sobre el duelo en diversas situaciones (pérdidas, secuestro, desaparición, suicidio, por mencionar algunas), sino también la atención en terapia a decenas de personas que requerían de ayuda para superar este duro trance y que, con el tiempo, pudieron comprender, como lo hizo Gloria al perder a Caliche, que al final de ese túnel oscuro siempre hay luz.
Leyéndola, me siento interpretada e identificada gracias a su estilo ameno, que revela un gran conocimiento y madurez. Esta cualidad permite a la autora poner en palabras sencillas aquello que desde el lenguaje académico podría, en ocasiones, resultar incomprensible, frío y distante.
Encuentro una gran habilidad y acierto en la manera como integra los cuentos, las narraciones de sus consultantes y aspectos conceptuales, tomados de diversos enfoques que ella ha explorado y estudiado juiciosamente, así como sus recomendaciones y “pistas” para superar el dolor a partir de nuestra historia personal, familiar y social, en una mirada que permite al lector descubrir relaciones con otros eventos vitales que determinan cómo se vive esta experiencia ayudándole a superarla.
Si bien rescata el derecho a sentir y a vivir nuestros duelos, no se queda en eso que otra autora, Caroline Myss, denomina la “heridalogía”, que consiste en hacer una apología al sufrimiento y a la desesperanza como forma de vida. Por el contrario, señala que somos actores y agentes en la superación del dolor, así como en la posibilidad de construir una sociedad que sea menos generadora de dolor, individualismo e intolerancia y sí más solidaria, respetuosa por la diferencia y la diversidad, y más justa.
Estoy segura de que al finalizar la lectura de Para vivir los duelos: cartografía emocional para la sanación de las pérdidas, el lector estará de acuerdo conmigo en estas apreciaciones.
A Gloria no me resta sino agradecerle su generosidad y deferencia al solicitarme prologar el libro; confieso mi profunda admiración por su trabajo y lo hago complacida y de corazón.
Martha Esperanza Fonseca Chaparro
Profesora, Universidad Nacional de Colombia
Una de las virtudes de este primer libro de una serie que la
autora nos ha prometido, es la de recoger, de manera sencilla, comprensible y esperanzadora, la experiencia de un trabajo de más de quince años en los que se ha acercado a un tema que, si bien es de ocurrencia común en todos los contextos, abordarlo en el colombiano, en particular, resulta ser una necesidad apremiante y tiene una indudable pertinencia.
Considero que en esta publicación se conjugan no sólo años de investigación sobre el duelo en diversas situaciones (pérdidas, secuestro, desaparición, suicidio, por mencionar algunas), sino también la atención en terapia a decenas de personas que requerían de ayuda para superar este duro trance y que, con el tiempo, pudieron comprender, como lo hizo Gloria al perder a Caliche, que al final de ese túnel oscuro siempre hay luz.
Leyéndola, me siento interpretada e identificada gracias a su estilo ameno, que revela un gran conocimiento y madurez. Esta cualidad permite a la autora poner en palabras sencillas aquello que desde el lenguaje académico podría, en ocasiones, resultar incomprensible, frío y distante.
Encuentro una gran habilidad y acierto en la manera como integra los cuentos, las narraciones de sus consultantes y aspectos conceptuales, tomados de diversos enfoques que ella ha explorado y estudiado juiciosamente, así como sus recomendaciones y “pistas” para superar el dolor a partir de nuestra historia personal, familiar y social, en una mirada que permite al lector descubrir relaciones con otros eventos vitales que determinan cómo se vive esta experiencia ayudándole a superarla.
Si bien rescata el derecho a sentir y a vivir nuestros duelos, no se queda en eso que otra autora, Caroline Myss, denomina la “heridalogía”, que consiste en hacer una apología al sufrimiento y a la desesperanza como forma de vida. Por el contrario, señala que somos actores y agentes en la superación del dolor, así como en la posibilidad de construir una sociedad que sea menos generadora de dolor, individualismo e intolerancia y sí más solidaria, respetuosa por la diferencia y la diversidad, y más justa.
Estoy segura de que al finalizar la lectura de Para vivir los duelos: cartografía emocional para la sanación de las pérdidas, el lector estará de acuerdo conmigo en estas apreciaciones.
A Gloria no me resta sino agradecerle su generosidad y deferencia al solicitarme prologar el libro; confieso mi profunda admiración por su trabajo y lo hago complacida y de corazón.
Martha Esperanza Fonseca Chaparro
Profesora, Universidad Nacional de Colombia