Este ensayo, publicado por vez primera en 1935, fue considerado por su propio autor como la contribución fundacional a una parcela de conocimiento hasta entonces inédita: la historia comparada de las literaturas ibéricas. Para Figueiredo existe una definición de partida: la literatura es en su criterio la expresión artística de un espíritu nacional en una lengua nacional. Con apoyo en propuestas de Taine, Menéndez Pidal, Farinelli y Madariaga, entre otros, lanza una proposición fuerte a la hora de delimitar una caracterización de la literatura española. La radica en la centralidad de Castilla. La reconocida variedad de la literatura española no dejaría de girar para nuestro hispanista en torno a algo compartido con el propio carácter español, con los ideales comunitarios e incluso con los usos lingüísticos populares. Por otra parte, Portugal, desocupado del esfuerzo unificador y cohesionador emprendido con tenacidad por Castilla, se configuró como nación moderna en los siglos XV y XVI, que determinaron su identidad por un estímulo volcado no hacia el interior como Castilla sino hacia el exterior, siempre pendiente del océano.
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