De Prologo: "Platero y yo ... Platero, el borriquito, y Juan Ramón, el poeta. Vais a leer la historia de estos dos personajes simpáticos, vivida por ambos y escrita por el único de ellos que sabía escribir. Al presentároslos no os puedo decir del borriquito nada nuevo porque sólo sé de él lo que el poeta nos dice; pero de Juan Ramón puedo deciros muchas cosas que él no ha dicho de sí mismo ni estaba bien que dijese. La verdad es que si me pusiera a hablar sinceramente, tendría que deciros no poco también acerca del dichoso borriquito cuya vida, andanzas y muerte ha pintado Juan Ramón con tanto amor. Su pintura me conmueve y me intriga como no lo hicieron nunca los borriquitos de verdad. ¡Y cuidado si los españoles de muchachos gozamos cuando nos es dado trabar amistad con algún asno, burro o pollino de los innumerables que en nuestra tierra hay y que llevan sobre sus lomos tantas cargas y son el consuelo y alivio de los pobres! Borriquitos de España, que con vuestro pasito corto andáis y reandáis nuestros caminos polvorientos y abrasados trayendo el agua de la fuente, llevando la ropa al río, la retama al horno, la comida a los segadores y a los mozos de las eras; cabalgadura sumisa de viejos, niños y mujeres, que aguantas ancas, hambre y malos tratos; sobre la que viajan cantando o durmiendo arrieros, gitanos y campesinos: borriquitos de España, alegres y trágicos, bien merecéis que os paguemos el bien que os debemos y el mal que os hacemos con un poco de amor y de piedad. Pero no creo que tengan queja de nosotros los borriquitos de España si saben que en la obra de arte mayor que el espíritu español ha producido, uno de su especie, el rucio de Sancho, ha ganado la inmortalidad ni más ni menos que Sancho mismo, Rocinante y Don Quijote. Ahora de nuevo, trescientos años después, el poeta español que sabe más de ternura, pureza y elegancia sentimental, ha pasado su mano delicada sobre el lomo peludo de la pobre bestia esclava, y a la caricia de su mano y de su mirada ha surgido Platero a la vida inmortal. Nosotros no hemos visto nunca a Platero y sin embargo le vemos y le queremos, y cuando pasa a nuestro lado un burrito de los alegres se nos van los ojos tras él y decimos: Ahí va Platero. ¡Platero, que, según sabemos, murió y fue enterrado y cuya alma está en el cielo de Moguer! Ni más ni menos que cuando las gentes decían apenas veían algún rocín flaco: Allí va Rocinante! Y el caso es que el Platerillo del cuento, aunque tiene mucho de un burro de verdad, nos parece más bien un asnillo soñado y fantástico, como si fuera sólo una ilusión en la que estuvieran fundidas la ilusión que los niños se hacen de los burros y la que los burros deben hacerse de sí mismos en sus horas de ensueño. Y un poeta grande y sencillo, capaz de entender a los niños y a los burros, ha envuelto la visión plateada del asnillo en la aureola melancólica de su alma piadosa y sensitiva. "
Este sitio es seguro
Usted está en un sitio seguro, habilitado para SSL. Todas nuestras fuentes son constantemente verificadas.