PALABRAS DEL POETA
Los hijos creemos que nuestros padres nunca nos van a dejarnos, que eternos; pero un día de tantos, esa realidad llega y de un minuto a otro ya no están a nuestro lado. Ahí nos damos cuenta, contemplando el inmenso vacío en nuestra alma, que nos han dejado. En ese momento, momento de verdad, el telón de los ojos cae como una lanza sin piedad en nuestro corazón y, para seguir haciendo leña del árbol caído, llueve sobre mojado al darnos cuenta que en verdad no fuimos unos buenos hijos, que nos faltó hacer esto, aquello, eso que era tan natural y que por comodidad, egoísmo y hasta cierto punto vanidad personal no lo hicimos. Por mi parte, les diré que nunca, jamás de los jamases, le dije a mi madre un tan si quiera…«¡Te amo!», Nunca le regalé una rosa o le ofrecí un beso. Por eso, hoy, para ella, estos humildes versos.
Los hijos creemos que nuestros padres nunca nos van a dejarnos, que eternos; pero un día de tantos, esa realidad llega y de un minuto a otro ya no están a nuestro lado. Ahí nos damos cuenta, contemplando el inmenso vacío en nuestra alma, que nos han dejado. En ese momento, momento de verdad, el telón de los ojos cae como una lanza sin piedad en nuestro corazón y, para seguir haciendo leña del árbol caído, llueve sobre mojado al darnos cuenta que en verdad no fuimos unos buenos hijos, que nos faltó hacer esto, aquello, eso que era tan natural y que por comodidad, egoísmo y hasta cierto punto vanidad personal no lo hicimos. Por mi parte, les diré que nunca, jamás de los jamases, le dije a mi madre un tan si quiera…«¡Te amo!», Nunca le regalé una rosa o le ofrecí un beso. Por eso, hoy, para ella, estos humildes versos.