Varios personajes que vivieron en las postrimerías del siglo XIX, los primeros decenios del siglo XX y la segunda mitad de ese siglo, dieron a Mérida muchos ratos de solaz esparcimiento y alegría con sus jocosas inspiraciones rimadas que hicieron las delicias de nuestros antepasados, sobre todo en los bares y cantinas esparcidas por el centro histórico de la ciudad y sus alrededores.
Habría que remontarnos a principios del siglo XX para cavilar sobre las innumerables cantinas y bares del centro de la ciudad de Mérida en las que ellos han de haber abrevado y degustado las etílicas bebidas y deleitado a los parroquianos con su arte. Como ejemplos podemos citar el Salón Cerveza y Cantina “El Olimpo”, en los bajos del edificio del mismo nombre, frente a la Plaza de la Independencia, Plaza Principal o Plaza Grande, así nombrada por sus habitantes; “El Regalo”, situado en la esquina de la calle 62 por la 61; el “Sport Saloon” ubicado en la calle 60 número 488 esquina con la calle 57; o el “Salón Berlín” de la calle 62 entre las calles 61 y 59, éste último, citado en el periódico independiente “El Correo” del 18 de enero de 1921.
Estos intrépidos personajes a los que nos referimos son, entre otros: Felipe Salazar Ávila, más conocido por el sobrenombre de “Pichorra”; José Correa Villaseñor, conocido como “El Vate Correa” y Maximiliano Salazar Zentella, autonombrado y renombrado como “El Poeta del Crucero”, aunque “le pese al mundo entero” como él mismo sentenciaba. Por azares del destino, dos de ellos llevan el mismo apellido, sin ser parientes ni familiares, sino por simple coincidencia. No podía faltar el ingenio picarezco del popularísimo Cirilo Baqueiro Preve, más conocido por Chan Cil Baqueiro que, aunque no fue un gran tomador, recorría también bares y cantinas, violín en mano, para deleitar a los parroquianos con su chispa creativa y jamás recurrió a lo vulgar para escribir sus festivas canciones, al igual que los poetas Joaquín Rejón Tejero, Lorenzo López Evia “Cascabel”, Gregorio Ortega Quiñones “Ruy de Luna” y el propio Luis Rosado Vega, quien escribió poesía festiva bajo el seudónimo de “Maese Ventura”. Otros más, como Manuel Roche, Sebastián Peniche López, Ermilo Padrón López, Conrado Menéndez Díaz, Manuel Díaz Massa, Conrado Roche Canto, Edgardo Peniche López, Hernando González, Luis Peniche Vallado, José García Montero, Francisco Liguori nos dejaron un legado de epigramas, versos, “bombas”, anécdotas y chistes que a la fecha se siguen recordando en los bares y cantinas de la Mérida actual, amén de toda una serie de personajes entre los que destacan el licenciado Jorge Peniche Peniche, Pastor Cervera Rosado, el popular locutor y humorista Belito Sosa, Ramón Triay Pedrero, Fernando Espejo Méndez, Luis Pérez Sabido y muchos otros. Y tenemos que tomar en cuenta los trabajos de investigación sobre el humorismo de don Santiago Burgos Brito, del licenciado José Esquivel Pren, del propio licenciado Jorge Peniche Peniche, del profesor Carlos M. Pasos Novelo y del maestro Roldán Peniche Barrera. A todos ellos está dedicado este libro, como un homenaje a su arte literario, su “chispa” e ingenio.
¿Por qué Poesía Etílica? Su nombre lo dice todo: sus vidas se desarrollaron también en aquel ambiente de espirituosas bebidas, degustaciones en honor de Baco y carcajadas a granel debidas a su chocarrero ingenio. ¿Y quién no ha acudido a un bar con el objeto de tomarse una cerveza bien fría o el trago de su preferencia, divertirse y reír con sus amigos? La risa es el mejor alimento para el alma y la cantina se hizo para eso: reir de la vida, gozar un cuento, disfrutar de un poema festivo, escuchar a un trovador, mientras degustamos un buen trago en compañía de un buen amigo –en la cantina todos somos amigos-, o para cerrar un buen negocio –los mejores negocios se han hecho en los bares.
Habría que remontarnos a principios del siglo XX para cavilar sobre las innumerables cantinas y bares del centro de la ciudad de Mérida en las que ellos han de haber abrevado y degustado las etílicas bebidas y deleitado a los parroquianos con su arte. Como ejemplos podemos citar el Salón Cerveza y Cantina “El Olimpo”, en los bajos del edificio del mismo nombre, frente a la Plaza de la Independencia, Plaza Principal o Plaza Grande, así nombrada por sus habitantes; “El Regalo”, situado en la esquina de la calle 62 por la 61; el “Sport Saloon” ubicado en la calle 60 número 488 esquina con la calle 57; o el “Salón Berlín” de la calle 62 entre las calles 61 y 59, éste último, citado en el periódico independiente “El Correo” del 18 de enero de 1921.
Estos intrépidos personajes a los que nos referimos son, entre otros: Felipe Salazar Ávila, más conocido por el sobrenombre de “Pichorra”; José Correa Villaseñor, conocido como “El Vate Correa” y Maximiliano Salazar Zentella, autonombrado y renombrado como “El Poeta del Crucero”, aunque “le pese al mundo entero” como él mismo sentenciaba. Por azares del destino, dos de ellos llevan el mismo apellido, sin ser parientes ni familiares, sino por simple coincidencia. No podía faltar el ingenio picarezco del popularísimo Cirilo Baqueiro Preve, más conocido por Chan Cil Baqueiro que, aunque no fue un gran tomador, recorría también bares y cantinas, violín en mano, para deleitar a los parroquianos con su chispa creativa y jamás recurrió a lo vulgar para escribir sus festivas canciones, al igual que los poetas Joaquín Rejón Tejero, Lorenzo López Evia “Cascabel”, Gregorio Ortega Quiñones “Ruy de Luna” y el propio Luis Rosado Vega, quien escribió poesía festiva bajo el seudónimo de “Maese Ventura”. Otros más, como Manuel Roche, Sebastián Peniche López, Ermilo Padrón López, Conrado Menéndez Díaz, Manuel Díaz Massa, Conrado Roche Canto, Edgardo Peniche López, Hernando González, Luis Peniche Vallado, José García Montero, Francisco Liguori nos dejaron un legado de epigramas, versos, “bombas”, anécdotas y chistes que a la fecha se siguen recordando en los bares y cantinas de la Mérida actual, amén de toda una serie de personajes entre los que destacan el licenciado Jorge Peniche Peniche, Pastor Cervera Rosado, el popular locutor y humorista Belito Sosa, Ramón Triay Pedrero, Fernando Espejo Méndez, Luis Pérez Sabido y muchos otros. Y tenemos que tomar en cuenta los trabajos de investigación sobre el humorismo de don Santiago Burgos Brito, del licenciado José Esquivel Pren, del propio licenciado Jorge Peniche Peniche, del profesor Carlos M. Pasos Novelo y del maestro Roldán Peniche Barrera. A todos ellos está dedicado este libro, como un homenaje a su arte literario, su “chispa” e ingenio.
¿Por qué Poesía Etílica? Su nombre lo dice todo: sus vidas se desarrollaron también en aquel ambiente de espirituosas bebidas, degustaciones en honor de Baco y carcajadas a granel debidas a su chocarrero ingenio. ¿Y quién no ha acudido a un bar con el objeto de tomarse una cerveza bien fría o el trago de su preferencia, divertirse y reír con sus amigos? La risa es el mejor alimento para el alma y la cantina se hizo para eso: reir de la vida, gozar un cuento, disfrutar de un poema festivo, escuchar a un trovador, mientras degustamos un buen trago en compañía de un buen amigo –en la cantina todos somos amigos-, o para cerrar un buen negocio –los mejores negocios se han hecho en los bares.