Un viaje cultural y espiritual por tierras del sudeste asiático -Tailandia, Camboya, Laos y Vietnan- siguiendo las huellas del budismo, la expresión mas bella y luminosa del alma asiática.Un periplo que explora el presente y el pasado de estos pueblos del sudeste asiático. Bangkok, una sopa espesa de olores y sabores en fermentación, la locura de Hanoi al volante de millones de motocicletas y de ataudes sobre ruedas, la poesía del Mekong, los monjes color azafrán de Luang Praban, el sueño de piedra de Angkor Wat se dan la mano en este viaje de aventuras, meditación y exploración bajo la mirada de los budas.
En Bangkok, a un lado de la ciudad, los monjes recitan sus mantras y meditan; al otro, las prostitutas ofrendan sus cuerpos jóvenes a los turistas. Ambos partícipes de un mismo rito, unidos por el río.
Las mujeres de la etnia karen exhiben sus cuellos extemadamente largos, cargados de pesados anillos metálicos, convertidas en bellos y raros ejemplares de un zoológico. Mujeres jirafas, esclavas de tradiciones sáddicas,castigadas a cargar con el peso de tribus que las exhiben cual trofeos.
Noto como la jungla se cuela dentro de mi piel, como se apodera de mi espíritu.Sí, la jungla está viva y se desliza por tu cuerpo como si fuera un animal lamiéndote. Se cuela en las entrañas y te posee.
Mis pensamientos se los lleva el río mientras contemplo un atardecer de ensueño en el Triángulo de Oro. Después de todo que son los pensamientos sino nubes que pasan, viajeros que se detienen un momento y se esfuman, como muy bien sabe el budismo.
Viajar tiene mucho de hacerse río, de disolverse con el tiempo que pasa, de abrazar el espacio con la mirada. Ser río, viento, agua que pasa, siempre dispuesta a partir, a expandir la conciencia de estar vivo.
El budismo me parece la mejor terapia que existe para curar las emociones. Enseñan a manejarlas, a conectarse con uno mismo, a estar bien dentro, equilibrado, independientemente de las circunstancias.
Pasear por Angkor es hacerlo por un sueño de piedra, un tesoro en medio de la selva surgido del fondo de los siglos. Sus templos son poesía en piedra, música, vibraciones de la tierra y el alma.¿Qué secretos conocía esta civilización que conmueve contemplar sus huellas?… Su misterio atraviesa el tiempo y penetra en la conciencia. Las piedras te llaman.
Recorrer la senda de los budas es una aventura apasionante, un tesoro a explorar.
En Bangkok, a un lado de la ciudad, los monjes recitan sus mantras y meditan; al otro, las prostitutas ofrendan sus cuerpos jóvenes a los turistas. Ambos partícipes de un mismo rito, unidos por el río.
Las mujeres de la etnia karen exhiben sus cuellos extemadamente largos, cargados de pesados anillos metálicos, convertidas en bellos y raros ejemplares de un zoológico. Mujeres jirafas, esclavas de tradiciones sáddicas,castigadas a cargar con el peso de tribus que las exhiben cual trofeos.
Noto como la jungla se cuela dentro de mi piel, como se apodera de mi espíritu.Sí, la jungla está viva y se desliza por tu cuerpo como si fuera un animal lamiéndote. Se cuela en las entrañas y te posee.
Mis pensamientos se los lleva el río mientras contemplo un atardecer de ensueño en el Triángulo de Oro. Después de todo que son los pensamientos sino nubes que pasan, viajeros que se detienen un momento y se esfuman, como muy bien sabe el budismo.
Viajar tiene mucho de hacerse río, de disolverse con el tiempo que pasa, de abrazar el espacio con la mirada. Ser río, viento, agua que pasa, siempre dispuesta a partir, a expandir la conciencia de estar vivo.
El budismo me parece la mejor terapia que existe para curar las emociones. Enseñan a manejarlas, a conectarse con uno mismo, a estar bien dentro, equilibrado, independientemente de las circunstancias.
Pasear por Angkor es hacerlo por un sueño de piedra, un tesoro en medio de la selva surgido del fondo de los siglos. Sus templos son poesía en piedra, música, vibraciones de la tierra y el alma.¿Qué secretos conocía esta civilización que conmueve contemplar sus huellas?… Su misterio atraviesa el tiempo y penetra en la conciencia. Las piedras te llaman.
Recorrer la senda de los budas es una aventura apasionante, un tesoro a explorar.