Todavía se repite y mucho el sonsonete de que la realidad supera a la ficción. Cuando acabé de leer Postales de Río supe que, ahora sí, tenía con qué darle aese lugar común que reniega de las cloacas en las que el amor se revuelca, despedaza y devora los cuerpos, y sobre las que sólo la mejor literatura echa su luz cenital, dinamita toda penumbra. Luna es un médico de madrugadas violentas, de gritos amordazados, de muertos en pie que claman por ser amados. No baja a los inernos para encontrarse a sí mismo –sabe que es imposible– sino para alejarse de la certeza del vacío. Con tenebrosa belleza, Martín Doria nos cuenta una historia de amor. Conmueve, arrebata, sofoca y enciende los fuegos necesarios, tensa la vigilia del lector hasta transformar a esta desolada crónica urbana en un viaje al fin de la noche del que Cèline no habría renegado. Guillermo Orsi
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