Admitiendo que es casi improbable que contemos con un médico al lado justo cuando tenemos un problema sanitario que resolver y que no admite espera, entenderemos que se hace imprescindible que cualquier persona cuente con unos conocimientos elementales de medicina que le faculten para saber lo que puede hacer y lo que nunca debe hacer.
Desde que existe un accidente en el hogar hasta que el enfermo puede ser asistido por un médico, pasan unos minu¬tos e incluso horas que pueden ser decisivos para la salud y en ocasiones para la vida del enfermo. Si durante ese espacio vital de tiempo se pusieran en marcha una serie de medidas eficaces para mitigar el mal o al menos para que no siguiera progresando, cuando por fin el enfermo llegue a un hospital o pueda ser asistido por un médico en el propio domicilio, es probable que las consecuencias no sean dramáticas.
Una intoxicación alimentaria, un golpe, una hemorragia intensa o un dolor fuerte implican que las personas que te¬nemos a nuestro alrededor tomen las medidas adecuadas so¬bre lo que pueden hacer y, sobre todo, lo que nunca deben hacer.
La alternativa que se pretende con este manual no es sus¬tituir la labor del médico, sino evitar que a causa de nuestra actitud, pasiva o mal aplicada, perjudiquemos al enfermo aún más. Para ello tratamos de poner a su alcance remedios naturales, en principio inofensivos, que no solamente no le causarán daño sino que le serán de gran ayuda antes de que un médico llegue a su cabecera. Al contrario que los medicamentos existentes en los botiquines del hogar, los productos naturales que recomendamos son inocuos y nunca agravarán el mal.
También pretendemos que los familiares del enfermo se¬pan valorar los síntomas y la gravedad de la enfermedad, y que gracias a sus conocimientos sobre el enfermo faciliten al médico que le asista una serie de datos precisos que le serán de gran ayuda para el diagnóstico. No hay que olvidar que cuando una persona ingresa en los servicios de urgencias in¬cluso el personal facultativo necesita unos minutos para eva¬luar la enfermedad y a veces no dispone del tiempo necesa¬rio ante la gravedad del mal. El interrogatorio a un familiar instruido le será pues de gran ayuda.
Esos conocimientos servirán, además, para no menospre¬ciar síntomas que pueden ser indicativos de una enfermedad grave y llevemos al enfermo cuanto antes a un centro hospi¬talario. A veces, considerar que un dolor de cabeza, de estó¬mago, una diarrea o un poco de fiebre son síntomas de una enfermedad benigna que no requiere urgencia médica, puede ser un tremendo error que conduce a consecuencias graves.
En resumen, la consulta a un médico es siempre obli¬gada pero mientras llega debemos actuar con sabiduría y eficacia.
Desde que existe un accidente en el hogar hasta que el enfermo puede ser asistido por un médico, pasan unos minu¬tos e incluso horas que pueden ser decisivos para la salud y en ocasiones para la vida del enfermo. Si durante ese espacio vital de tiempo se pusieran en marcha una serie de medidas eficaces para mitigar el mal o al menos para que no siguiera progresando, cuando por fin el enfermo llegue a un hospital o pueda ser asistido por un médico en el propio domicilio, es probable que las consecuencias no sean dramáticas.
Una intoxicación alimentaria, un golpe, una hemorragia intensa o un dolor fuerte implican que las personas que te¬nemos a nuestro alrededor tomen las medidas adecuadas so¬bre lo que pueden hacer y, sobre todo, lo que nunca deben hacer.
La alternativa que se pretende con este manual no es sus¬tituir la labor del médico, sino evitar que a causa de nuestra actitud, pasiva o mal aplicada, perjudiquemos al enfermo aún más. Para ello tratamos de poner a su alcance remedios naturales, en principio inofensivos, que no solamente no le causarán daño sino que le serán de gran ayuda antes de que un médico llegue a su cabecera. Al contrario que los medicamentos existentes en los botiquines del hogar, los productos naturales que recomendamos son inocuos y nunca agravarán el mal.
También pretendemos que los familiares del enfermo se¬pan valorar los síntomas y la gravedad de la enfermedad, y que gracias a sus conocimientos sobre el enfermo faciliten al médico que le asista una serie de datos precisos que le serán de gran ayuda para el diagnóstico. No hay que olvidar que cuando una persona ingresa en los servicios de urgencias in¬cluso el personal facultativo necesita unos minutos para eva¬luar la enfermedad y a veces no dispone del tiempo necesa¬rio ante la gravedad del mal. El interrogatorio a un familiar instruido le será pues de gran ayuda.
Esos conocimientos servirán, además, para no menospre¬ciar síntomas que pueden ser indicativos de una enfermedad grave y llevemos al enfermo cuanto antes a un centro hospi¬talario. A veces, considerar que un dolor de cabeza, de estó¬mago, una diarrea o un poco de fiebre son síntomas de una enfermedad benigna que no requiere urgencia médica, puede ser un tremendo error que conduce a consecuencias graves.
En resumen, la consulta a un médico es siempre obli¬gada pero mientras llega debemos actuar con sabiduría y eficacia.