«Son inmateriales pero penetran todas las cosas. No forman parte del mundo censado y catastral que se disputan la física, la biología y la ontología. Sin embargo, aquello que somos y cuanto hacemos individualmente y colectivamente se torna posible gracias a su presencia. Son la emergencia de una exterioridad cósmica que interrumpe la continuidad metafísica que tenemos la ilusión de que define el universo en el cual vivimos. Sobre todo, representan la eflorescencia difusa e infrahumana del yo. Los espectros son la forma suprema de la subjetividad más allá de la vida y de la corporeidad, algo más que la muerte. Constituyen la consistencia primaria de la conciencia, la realidad objetiva de aquello que llamamos pensamiento y que la arrogancia de los siglos nos ha atribuido de modo exclusivo.
A diferencia de cuanto la metafísica y las ciencias nos han acostumbrado a pensar, el mundo no es un agregado de materia y humanidad. Y más allá del ser no se halla el Uno sino la infinita anaritmética de estas divinidades menores. Estas páginas retoman y echan el guante a la Comedia dantesca: describen un viaje y una fenomenología de un reino al cual le debemos nuestra propia naturaleza política, posan los ojos sobre cuanto ninguno hasta ahora ha visto.» (Emanuele Coccia)
A diferencia de cuanto la metafísica y las ciencias nos han acostumbrado a pensar, el mundo no es un agregado de materia y humanidad. Y más allá del ser no se halla el Uno sino la infinita anaritmética de estas divinidades menores. Estas páginas retoman y echan el guante a la Comedia dantesca: describen un viaje y una fenomenología de un reino al cual le debemos nuestra propia naturaleza política, posan los ojos sobre cuanto ninguno hasta ahora ha visto.» (Emanuele Coccia)