La muerte de las revistas culturales trae consigo el olvido de la materia. Ir tras ellas en recuperación cadavérica obliga a un descenso hasta el infierno y la búsqueda de vestigios ausentes, de números que faltan. Percudidas las hojas, palabras recortadas sin contorno y ocho años de producción irregular preludian El semanario Pro Arte: difusión y crítica cultural (1948-1956), ensayos sobre diversos espacios recorridos por la otrora publicación de Enrique Bello (incluido Bello mismo, como fantasma y artífice de esta empresa descomunal): teatro, arte, música y la influencia del pensamiento francés en el naciente panorama disciplinar chileno de mediados de siglo.
Este retorno a la fuente ha querido auscultar un ejemplo de la desaparición de las revistas culturales para decir que su partida ha sido en vano. Y para constatar que la nostalgia no es patológica, al decir de Freud, sino necesaria para resistir la devastación digital de la cultura impresa.
Este retorno a la fuente ha querido auscultar un ejemplo de la desaparición de las revistas culturales para decir que su partida ha sido en vano. Y para constatar que la nostalgia no es patológica, al decir de Freud, sino necesaria para resistir la devastación digital de la cultura impresa.