—¿Qué forma de gobierno es preferible?
—¿Y aún lo preguntáis? —contestará inmediatamente cualquiera de mis jóvenes lectores—.
—¿No sois republicano?
—Republicano soy, en efecto, pero esta palabra no precisa nada. Res pública
es la cosa pública, y por esto quien ame la cosa pública, bajo cualquier forma
de gobierno, puede llamarse republicano. Los reyes son también republicanos.
—¿Sois entonces demócrata?
—No.
—¿Acaso sois monárquico?
—No.—¿Constitucional?
—Dios me libre.
—¿Aristócrata?
—Todo menos eso.
—¿Queréis, pues, un gobierno mixto?
—Menos todavía.
—¿Qué sois entonces?
—Soy anarquista.
—¿Y aún lo preguntáis? —contestará inmediatamente cualquiera de mis jóvenes lectores—.
—¿No sois republicano?
—Republicano soy, en efecto, pero esta palabra no precisa nada. Res pública
es la cosa pública, y por esto quien ame la cosa pública, bajo cualquier forma
de gobierno, puede llamarse republicano. Los reyes son también republicanos.
—¿Sois entonces demócrata?
—No.
—¿Acaso sois monárquico?
—No.—¿Constitucional?
—Dios me libre.
—¿Aristócrata?
—Todo menos eso.
—¿Queréis, pues, un gobierno mixto?
—Menos todavía.
—¿Qué sois entonces?
—Soy anarquista.