La presente obra estudia no una sino seis naciones. Cómo nacieron y cómo prosperaron. Las tres primeras, las más antiguas, Inglaterra, aislada y soberana, «una roca en medio de los mares». La nación francesa, construida «desde arriba», por sus Reyes y tras 1789, por la República revolucionaria. Alemania, desde el «Volk» o cultura popular, por siglos solo un mosaico de pueblos hasta Bismarck, y un Reino Federal en 1871. Así se evita responder desde una idea abstracta y desencarnada. Todo esto es la primera parte del libro. En la segunda, el autor se torna hacia el mundo no europeo. Se traza entonces, audazmente, la «historicidad» del Japón desde la era Meiji, la India de Gandhi y a México desde los aztecas hasta la revolución de 1910 y nuestros días. En suma, se estudia seis pueblos y aventuras diversas. Seis victorias sobre la adversidad y el cómo accedieron a la modernidad del Estado de derecho y la libertad de la Soberanía. Si hay un tema que puede interesarnos, sin duda es este. En esta hora a la vez global y local, no puede haber indagación más oportuna. Cada nación es un destino.
La obra desemboca en el capítulo IV y final, en la mundialización, que el autor califica de «vaga e imprecisa». No existe en lengua castellana una empresa intelectual de tal envergadura, acaso tampoco en otra lengua. El antecedente más cercano acaso sea los ensayos de José Carlos Mariátegui en La escena contemporánea. Y Octavio Paz, que en El ogro filantrópico estudia con lucidez el Estado, no el mexicano sino el concepto genérico y su realidad planetaria. Estamos, pues, ante una obra abrumadora. El libro no trata solo de cada nación sino de sus pensadores.
El autor examina, paso a paso, a filósofos alemanes clásicos como Herder y Fichte, a los franceses, Sieyés revolucionario y a Renan. Se detiene en pensadores japoneses como Kunio Yanagida. Para México, toma en cuenta la intelligentsia mexicana, Aguilar Camín, Cosío Villegas, ante el Porfirismo y el PRI. Gandhi ocupa un lugar privilegiado, su vida, su religiosidad, su praxis revolucionaria de la no violencia. La obra presente da a conocer a los dos más grandes pensadores contemporáneos del tema de la nación, a saber Ernest Gellner y Eric Hobsbawm. Pero renuncia Neira a ellos cuando emprende la explicación de India y Japón. El libro se cierra con una propuesta metódica de cómo estudiar a las naciones emergentes.
Se habla mucho de la multidisciplinaridad, pero aquí se la aplica. Indagación de sociedades y singularidades en la línea de Max Weber, es decir, de la «comprensión» no dogmática de lo social. Solo cabe agregar que al fin tenemos un autor sudamericano y peruano que se atreve a mirar Europa con conocimiento de su historia interna pero sin complejo alguno. Y que nos asoma a las grandes civilizaciones desde una perspectiva comparatista. Hay páginas dedicadas a Brasil y China. Obra con vocación pedagógica, se acompaña de viñetas. Nadie se aburrirá en las páginas que revelan cómo Gandhi se autoinventa o cómo Hitler llega al poder gracias a los errores de los políticos de la ingenua república de Weimar.
La obra desemboca en el capítulo IV y final, en la mundialización, que el autor califica de «vaga e imprecisa». No existe en lengua castellana una empresa intelectual de tal envergadura, acaso tampoco en otra lengua. El antecedente más cercano acaso sea los ensayos de José Carlos Mariátegui en La escena contemporánea. Y Octavio Paz, que en El ogro filantrópico estudia con lucidez el Estado, no el mexicano sino el concepto genérico y su realidad planetaria. Estamos, pues, ante una obra abrumadora. El libro no trata solo de cada nación sino de sus pensadores.
El autor examina, paso a paso, a filósofos alemanes clásicos como Herder y Fichte, a los franceses, Sieyés revolucionario y a Renan. Se detiene en pensadores japoneses como Kunio Yanagida. Para México, toma en cuenta la intelligentsia mexicana, Aguilar Camín, Cosío Villegas, ante el Porfirismo y el PRI. Gandhi ocupa un lugar privilegiado, su vida, su religiosidad, su praxis revolucionaria de la no violencia. La obra presente da a conocer a los dos más grandes pensadores contemporáneos del tema de la nación, a saber Ernest Gellner y Eric Hobsbawm. Pero renuncia Neira a ellos cuando emprende la explicación de India y Japón. El libro se cierra con una propuesta metódica de cómo estudiar a las naciones emergentes.
Se habla mucho de la multidisciplinaridad, pero aquí se la aplica. Indagación de sociedades y singularidades en la línea de Max Weber, es decir, de la «comprensión» no dogmática de lo social. Solo cabe agregar que al fin tenemos un autor sudamericano y peruano que se atreve a mirar Europa con conocimiento de su historia interna pero sin complejo alguno. Y que nos asoma a las grandes civilizaciones desde una perspectiva comparatista. Hay páginas dedicadas a Brasil y China. Obra con vocación pedagógica, se acompaña de viñetas. Nadie se aburrirá en las páginas que revelan cómo Gandhi se autoinventa o cómo Hitler llega al poder gracias a los errores de los políticos de la ingenua república de Weimar.