Desde su primera edición, este libro sostiene que generalizar el gusto por los libros sería más que deseable, pero al mismo tiempo se pregunta, y analiza, si realmente se han encontrado las vías efectivas para lograrlo sin imponer la lectura como materia obligatoria en las escuelas o asociarla al deber en los más diversos ámbitos sociales. La respuesta es clara: lejos de seducir a posibles adeptos, los mecanismos de fomento y promoción han conseguido todo lo contrario: ahuyentar a los potenciales lectores. A ello se suma el ultraje de desdeñar y vilipendiar a los no lectores, con posturas abiertamente moralizantes y discriminatorias. Este libro es una defensa apasionada de la libertad de leer y del derecho a no leer o, para decirlo con palabras del especialista español Juan Mata, «el empeño de Juan Domingo Argüelles, que es un lector tenaz y copioso, es justamente desproveer a la lectura de aquellas adherencias que la hacen áspera y temible a fin de presentarla como una práctica libre, singular y gozada. Es decir, lo contrario de una actividad impuesta, reverencial o aristocrática».
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