Durante varios turnos se repitieron situaciones similares hasta que uno se subió sobre la mesa. Su objetivo, sus tetas. Se arrodilló sobre su vientre y apuntó la polla hacia ellas. Erika, aun teniendo la boca ocupada, gruñó cuando el prieto canal que las ajustadas pinzas permitían cedía a su paso. Cada embestida provocaba que las pinzas, en su intento por desprenderse, estiraran fuertemente sus pezones. Una lluvia blanca precedió al dolor que experimentó cuando las pinzas le fueron arrancadas. Sus sensibles pezones quedaron libres e inflamados. Pechos, cuello y buena parte de su cara quedaron salpicados.
El círculo de hombres alrededor Erika fue cambiando a sus integrantes a medida que avanzaba la orgía. Estaba en su pleno apogeo. El resto de los Amos que en esos momentos no participaban de la mesa, eran atendidos por las sumisas.
El círculo de hombres alrededor Erika fue cambiando a sus integrantes a medida que avanzaba la orgía. Estaba en su pleno apogeo. El resto de los Amos que en esos momentos no participaban de la mesa, eran atendidos por las sumisas.