En mi mente siempre ha buido la idea que nos ronda a todos los escritores: el tener otra visión, ver algo donde los demás no ven, penetrar en ese otro mundo donde sus moradores sólo son pensamientos, pero tan poderosos que se pueden materializar y tener corporeidad, y saltar de su espacio al nuestro interrelacionándose con nosotros. Desearía poder caminar por los mundos de esas leyendas raras que desde tiempos remotos se nos han contado como aventuras exóticas, irreales, imposibles para el mundo real en el que vivimos, pero posibles para el mundo de ellos, donde la realidad es sólo un pensamiento.
A veces creo percibir una brecha por donde entrar a ese mundo de la fantasía, de caminar al lado de esos seres poderosos que tan fácilmente dominan nuestros pensamientos haciéndonos percibir realidades donde sólo existen sueños; pero sólo son anhelos. Quisiera crear para mis cuentos un personaje real que, por cualquier circunstancia anormal, imprevisible, alcanza a ver ese otro mundo superior, mucho más antiguo y perfecto que el nuestro, y descubre que nosotros, tan reales, sólo somos el fruto de su imaginación.
A veces creo percibir una brecha por donde entrar a ese mundo de la fantasía, de caminar al lado de esos seres poderosos que tan fácilmente dominan nuestros pensamientos haciéndonos percibir realidades donde sólo existen sueños; pero sólo son anhelos. Quisiera crear para mis cuentos un personaje real que, por cualquier circunstancia anormal, imprevisible, alcanza a ver ese otro mundo superior, mucho más antiguo y perfecto que el nuestro, y descubre que nosotros, tan reales, sólo somos el fruto de su imaginación.