- Ya voy -se pregunta ¿quién tiene la osadía de importunarle en su descanso dominical? -Camina con premura a fin de evitar que despierten a su esposa. Al ver a su visitante hace un gesto de molestia que ensombrece su rostro– Tú… ¿qué haces aquí? Te dije que no quiero volver a verte –la toma del brazo y la sacude con fuerza.
- Necesito que hablemos –responde la mujer con voz temblorosa.
- Estoy ocupado.
- Entonces haré un escándalo, para que todo el pueblo se entere de tu bajeza. –se muerde el labio.
- No me vengas con chantajes, tengo conocidos en la santa inquisición, son amigos de antaño…. unas cuantas visitas y se te acusará de brujería.
- Lo siento… -emite un sonido casi imperceptible mientras agacha la cabeza- debemos hablar, es importante.
- Está bien pasa al estudio, no quiero que te vean aquí. –La sujeta del brazo y con cierta brusquedad la introduce en la mansión.
- Todo está igual.
- Camina, -molesto- esta no es una visita social -Enid abre la puerta del estudio esperando que el ruido no lo delate.
- ¿Qué quieres? –frunce el ceño.
- ¿No me invitas algo de tomar? Señala la vitrina con las bebidas.
- Ya no eres bienvenida.
- Si así lo quieres, se trata de tu hijo… necesito que me apoyes –baja la mirada.
- Te di mucho dinero para que guardaras silencio y te envíe con el curandero del pueblo.
- No funcionaron sus brebajes.
- Él dijo que ni siquiera los tomaste. –golpea la mesa con coraje y sus facciones se deforman.
- No tuve el valor.
- Ya lo habíamos hablado, sólo quieres sacarme dinero, ya fue suficiente con el que te di.
- No puedes hacerle eso a tu hijo –rueda una lagrima por su mejilla.
- Pierdes el tiempo, ya conozco tus chantajes. Yo no tengo más hijos que Julián, -haciendo un gesto de enfado, la sujeta por el brazo- el tuyo es un bastardo que no llevará mi apellido.
- Me haces daño, ¿cómo te atreves?, -indignada- ¿qué no tienes corazón?
- Ese es tú problema, -molesto- ya te di suficiente para que te hicieras cargo y no volvieras ¿qué hiciste con tanto dinero?
- Se acabó, ahora ni siquiera puedo trabajar.
- Ya me dijeron que lo despilfarraste en vestidos y fiestas.
- Lo sé… me equivoqué.
-¿Qué quieres?
- Una pensión vitalicia, además de registrarlo con tus apellidos y darle el lugar que se merece en esta casa como su legítimo heredero.
- Jajajaja –con ironía- de mí no obtendrás ni un sólo peso, ese es tú problema, -sus ojos enfurecen- resuélvelo.
- Si no me das el dinero entonces voy a decir lo que me hiciste.
- Tengo testigos que dirán que te corrí por que eras una casquivana, además haré que te envíen a la hoguera –levanta la ceja.
- La muerte será grata si con ello te desenmascaro. En poco tiempo conocerá la patrona quien es el amo. –sube la voz esperando que la servidumbre se acerque.
- ¡Calla!... de nada te servirá de gritar, la servidumbre está en la iglesia.
- Maldigo la hora en que te conocí y toda tu descendencia pagará las consecuencias.
- Maldita bruja, no me espantas con tus hechicerías, hiciste uso de magia negra para perderme. Tienes pacto con el diablo.
- Te maldigo y en poco tiempo perderás lo que más amas. -Margarita suelta una carcajada siniestra.
- Te daré dinero, pero será la última vez -Enid toma el abrecartas de plata que se encuentra sobre el escritorio y lo oculta entre sus ropas- acompáñame -muy molesto.
- ¿A dónde?
- Hay un pasillo secreto que conduce a un tesoro oculto.
- Parece una trampa.
- Necesito que hablemos –responde la mujer con voz temblorosa.
- Estoy ocupado.
- Entonces haré un escándalo, para que todo el pueblo se entere de tu bajeza. –se muerde el labio.
- No me vengas con chantajes, tengo conocidos en la santa inquisición, son amigos de antaño…. unas cuantas visitas y se te acusará de brujería.
- Lo siento… -emite un sonido casi imperceptible mientras agacha la cabeza- debemos hablar, es importante.
- Está bien pasa al estudio, no quiero que te vean aquí. –La sujeta del brazo y con cierta brusquedad la introduce en la mansión.
- Todo está igual.
- Camina, -molesto- esta no es una visita social -Enid abre la puerta del estudio esperando que el ruido no lo delate.
- ¿Qué quieres? –frunce el ceño.
- ¿No me invitas algo de tomar? Señala la vitrina con las bebidas.
- Ya no eres bienvenida.
- Si así lo quieres, se trata de tu hijo… necesito que me apoyes –baja la mirada.
- Te di mucho dinero para que guardaras silencio y te envíe con el curandero del pueblo.
- No funcionaron sus brebajes.
- Él dijo que ni siquiera los tomaste. –golpea la mesa con coraje y sus facciones se deforman.
- No tuve el valor.
- Ya lo habíamos hablado, sólo quieres sacarme dinero, ya fue suficiente con el que te di.
- No puedes hacerle eso a tu hijo –rueda una lagrima por su mejilla.
- Pierdes el tiempo, ya conozco tus chantajes. Yo no tengo más hijos que Julián, -haciendo un gesto de enfado, la sujeta por el brazo- el tuyo es un bastardo que no llevará mi apellido.
- Me haces daño, ¿cómo te atreves?, -indignada- ¿qué no tienes corazón?
- Ese es tú problema, -molesto- ya te di suficiente para que te hicieras cargo y no volvieras ¿qué hiciste con tanto dinero?
- Se acabó, ahora ni siquiera puedo trabajar.
- Ya me dijeron que lo despilfarraste en vestidos y fiestas.
- Lo sé… me equivoqué.
-¿Qué quieres?
- Una pensión vitalicia, además de registrarlo con tus apellidos y darle el lugar que se merece en esta casa como su legítimo heredero.
- Jajajaja –con ironía- de mí no obtendrás ni un sólo peso, ese es tú problema, -sus ojos enfurecen- resuélvelo.
- Si no me das el dinero entonces voy a decir lo que me hiciste.
- Tengo testigos que dirán que te corrí por que eras una casquivana, además haré que te envíen a la hoguera –levanta la ceja.
- La muerte será grata si con ello te desenmascaro. En poco tiempo conocerá la patrona quien es el amo. –sube la voz esperando que la servidumbre se acerque.
- ¡Calla!... de nada te servirá de gritar, la servidumbre está en la iglesia.
- Maldigo la hora en que te conocí y toda tu descendencia pagará las consecuencias.
- Maldita bruja, no me espantas con tus hechicerías, hiciste uso de magia negra para perderme. Tienes pacto con el diablo.
- Te maldigo y en poco tiempo perderás lo que más amas. -Margarita suelta una carcajada siniestra.
- Te daré dinero, pero será la última vez -Enid toma el abrecartas de plata que se encuentra sobre el escritorio y lo oculta entre sus ropas- acompáñame -muy molesto.
- ¿A dónde?
- Hay un pasillo secreto que conduce a un tesoro oculto.
- Parece una trampa.